miércoles, 15 de julio de 2015

Viaje al país imposible (12)

Vive la France !

Martes, 14 de julio. No lo planificamos así, pero visitamos la Alianza Francesa de Maracaibo el día de la fiesta nacional de Francia. El nuevo edificio está situado en la avenida Santa Rita. Fue inaugurado en 2012, y en la decoración predominan el azul, el blanco y el rojo, los colores de la República Francesa. La actual directora nos permitió recorrer las aulas, vacías a esa hora, y yo aproveché para soltarle a los niños otro de mis discursos cargados de recuerdos.


Entre el año 2005 y 2006, realicé en la antigua sede de la Alianza mis estudios formales de francés. Fue un año intenso en el que pude terminar de enamorarme del idioma más hermoso y aprender las bases que me permitieron sobrevivir durante nuestros primeros y duros meses de nuestra vida en Francia. 

Gracias al aprendizaje del francés, pude interesarme en continuar mi formación en otro país, en una universidad extranjera. Vivir ese sueño con dos niños pequeños y uno en camino fue posible gracias a la comprensión, paciencia y visión de Zureya. Cuando dejamos Venezuela, gozábamos de una relativa estabilidad que sacrificamos por lo que fue un auténtico salto al vacío. Pero el tiempo y las experiencias que vivimos después nos enseñaron que habíamos tomado la mejor decisión. 

Por eso quise visitar la Alianza Francesa de Maracaibo. Podría decir que ahí empezó todo lo que hemos vivido desde septiembre de 2009 hasta ahora. Francia es ahora nuestro hogar, un hogar que nos ha abierto las puertas de oportunidades que nunca pudimos imaginar. Por eso y mucho más, hoy digo con gratitud: Vive la France ! 

Y viva Venezuela, la patria que me enseñó a soñar.
 
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La imagen, del sitio AfMaracaibo.org, muestra la nueva sede de la Alianza Francesa de Maracaibo (Venezuela).

Viaje al país imposible (11)


Recuerdos colegiales

Lunes, 13 de julio. En estas vacaciones he pensado que los niños debían conocer el colegio en el que dejé once buenos años de mi infancia y juventud, el Maristas. Cuando entré en el estacionamiento, no pude evitar que tantos recuerdos me invadieran. En esencia, el colegio no ha cambiado casi nada, aunque las ampliaciones y el buen mantenimiento causan una impresión de pulcritud y orden que contrastan con el caos de la ciudad. Samuel quedó impresionado con la amplia y bien cuidada cancha de fútbol, y yo me sentí tan orgulloso como si todavía llevara la insignia del colegio cosida sobre mi uniforme.


La vida me ha llevado a ocupar el puesto de un profesor de educación secundaria. Desde hace unos cuatro años, he enseñado el español en unos cinco institutos franceses a decenas de adolescentes que, como yo un día, dan lo mejor de sí mismos si se les ayuda un poco, aunque a veces puedan resultar difíciles. 

Soy consciente de la gran responsabilidad que llevo sobre mis hombros, y a veces, cuando estoy en una de mis clases y no sé qué hacer debido a una situación complicada, pienso en mis profesores del Maristas, y trato de imaginar lo que ellos verían cuando yo ocupaba uno de los pupitres del colegio. Estoy seguro de que vieron mucho más allá de aquel presente porque hoy mis antiguos compañeros de clase y yo hemos crecido, y muchos nos hemos convertido en padres de familia, siendo todos ciudadanos honrados que la vida ha llevado a diferentes rincones de Venezuela y el mundo. 

Creo que en buena parte de lo que he logrado en mi vida hay una deuda que no podré pagar nunca al colegio de mi infancia, a la enseñanza de los valores y de los principios cuya huella, qué bueno es decirlo, es imborrable.
 
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En la imagen, una fotografía personal del patio interior del colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá, Hermanos Maristas (Maracaibo, Venezuela), tomada en marzo de 2014.

martes, 14 de julio de 2015

Viaje al país imposible (10)


La esperanza de la música

Domingo, 12 de julio. La semana pasada asistimos a un recital de estudiantes de viola, todos integrantes del Sistema, la organización que promueve desde hace unos cuarenta años la difusión y enseñanza masiva de la música clásica en Venezuela. Unos amigos nos habían invitado para que pudiésemos apreciar el talento de aquellos jóvenes, en especial el de su hija mayor, que ofreció al auditorio una hermosa interpretación.


En ese momento me di cuenta de que el futuro de Venezuela es forzosamente promisorio si creemos en el poder regenerador de la música. El Sistema, fundado por José Antonio Abreu en 1975, ha recibido críticas tanto positivas como negativas en Venezuela y el mundo. Algunos detractores critican los métodos de formación musical, comparables a los empleados por una fábrica, en los que los rostros de miles de niños son borrados para dar paso a una masa capaz de funcionar con precisión marcial, casi deshumanizadora.

Pero otros, la gran mayoría, han visto en el Sistema la clave para rescatar el papel esencial de la música, y, con ella, a vidas enteras de la miseria y el fracaso. 

Recuerdo la admiración por el Sistema reflejada en el rostro de un músico que conocí una vez en Francia. Me parece que para muchos extranjeros profesionales de la música, Venezuela y Sistema son sinónimos de música y arte. De esperanza. 

Ese cálido sentimiento me invadió aquella tarde en el paraninfo de la Universidad Rafael Urdaneta, donde una treintena de niños y jóvenes conjuraron durante mágicos instantes, con sus arcos y violas, el “maleficio” que parece pesar sobre éste, nuestro país imposible.
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En la imagen, decenas de jóvenes músicos de la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, o simplemente Sistema, en una fotografía de Primicias24.com.

lunes, 13 de julio de 2015

Viaje al país imposible (9)


Peregrinos en un supermercado

Sábado, 11 de julio. Llegamos a un conocido supermercado de Maracaibo, De Cándido. Para quienes no lo sepan, De Cándido es una cadena de comercios reputada en una época por su enorme cantidad de productos nacionales e importados, y también, hay que decirlo, por sus altísimos y a veces prohibitivos precios. Pero siempre hubo un algo especial en De Cándido, sobre todo en la sucursal de la avenida Santa Rita, en el que algunas veces solía verse a la dueña del establecimiento, una risueña matrona italiana, pasearse con sus batas de flores por los pasillos, saludando a sus clientes y acomodando sus deliciosas salsas boloñesas en una pirámide.


Todo esto es ahora un simple recuerdo. Los anaqueles del nuevo De Cándido no son ni la sombra de lo que fueron. Cuando fui, una hilera de consumidores recorría toda la superficie interna del almacén. Los compradores empujaban sus carros a medio llenar con expresiones lánguidas, como almas en pena, como peregrinos a la fuerza en un supermercado. Le pregunté a una joven que estaba a punto de llegar a la caja cuánto tiempo de espera había pasado. “Más de una hora”, me dijo. Los habituales en las colas de los productos regulados dirán que una hora es sólo un segundo comparado con una jornada de espera desde la madrugada hasta el final de la tarde. 

La escasez de productos en Venezuela, estrechamente asociada a las otras plagas de la especulación y el contrabando, se explica según dos versiones: por un lado, el Gobierno y sus seguidores se refieren a una “guerra económica” orquestada por la oposición para explicar el caos actual; por el otro, miles de venezolanos aseguran que las políticas oficialistas de control cambiario han destruido toda noción sensata de la moneda local, han incentivado el pillaje y han arrinconado cualquier posibilidad de circulación adecuada del dólar, la palabra clave de la economía nacional.

La caída de los precios del barril de petróleo también ha determinado las actuales condiciones económicas. Somos incorregibles, no aprendemos la lección. Un sabio, don Arturo Uslar Pietri, nos advirtió hace décadas de los peligros de no saber sembrar el petróleo. Hoy pagamos las consecuencias de semejante error. Hay que buscar las causas de la escasez más allá del periodo comprendido por los últimos quince años.

La historia contemporánea de Venezuela puede considerarse como una desafortunada cadena de errores garrafales. Los anaqueles de De Cándido no se vaciaron por arte de magia ni de un día para otro.

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La imagen fue extraída del sitio Libertasoccidentalis.org.