Agregado
Como lo dijera antes, aunque el año pasado me despidiera de mis pretensiones de convertirme en profesor agrégé, en septiembre de 2023 volví a la carga, me armé de valor y logré contra todos los pronósticos alcanzar la meta, abrazar el santo grial, coronarme con uno de los 53 laureles reservados este año por el Ministerio de Educación Nacional para los invictos neocatedráticos de español. Este año me tocó defender ante el tribunal una disertación sobre el canal de Panamá y un extracto de El mundo por de dentro, el cuarto opus de un ciclo de «tratados y discursos» compuesto por don Francisco de Quevedo entre 1605 y 1622.
Quevedo fue una de las lecturas mejor asimiladas por Borges, cuyas Ficciones formaron parte del programa de las pruebas en 2014, el año que empecé a preparar esta larga andanza.
Todo se ha acabado. El estrépito y la música del pasado, de las gestas y de las decenas de personajes literarios que pude estudiar se han acabado. Estoy solo en medio de ninguna parte. El silencio es el viento sin colores de La Mancha.
Al final, no se trataba tanto de obtener la corona de laurel, sino de pelear una batalla que una parte de mí quería que no acabara nunca.
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Detalle de El jardín de las delicias (c. 1500-1505), del pintor neerlandés Jheronimus Bosch.