El bloguero Pablo Paranagua, periodista del diario Le Monde, comenta la semana pasada el último informe de Transparencia Internacional, organización no gubernamental encargada desde 1995
de medir los índices de corrupción en el mundo. ¿Resultados de la edición 2012?
Venezuela, de una lista de 174 países, ocupa el puesto número 165, llevándose la
“palma” como el país más corrupto de América Latina, aún por debajo de Haití.
La noticia no debe sorprender a algunos. Para otros, el
informe de Transparencia Internacional, que monitorea las actuaciones medibles
del sector público de las naciones, no debe ser más que un recurso barato del “Imperio”
para denigrar los valores, avances y logros de la Revolución. Cada quien que se
forme su propia idea. Yo, por mi lado, prefiero observar y dar a conocer esta información
por esta vía. El informe, por otro lado, otorga a Dinamarca el título del país menos
corrupto del mundo. Bien por los daneses. Francia ocupa el puesto número 22, y aquí
la noticia sentó muy mal, sobre todo en esta época en la que el desempleo ha
aumentado como nunca y el fantasma de la crisis greco-española amenaza con un año
2013 cargado de nubarrones y desafíos.
Pero volviendo a Venezuela, y para ilustrar este informe,
doy un ejemplo: los pranes. Un país que
permite que el crimen se organice y enriquezca desde las prisiones, pudriendo
las bases de la ley, la justicia y el orden con una policía y unos juzgados que
traicionan al ciudadano de a pie, es un país que también sabe cerrar las ojos
ante la escalada de los precios, la inflación, el misterio de los apagones y el
sinsentido de una vida que vale una simple cadena de oro arrebatada en una
esquina de Sabana Grande, entre el estupor y la zozobra, el calor, el aroma de
los perros calientes y el lejano eco de una pegada canción de merengue en la
radio de un buhonero.
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En la imagen, una caricatura del artista argentino Quino,
extraída del sitio Zoroasthro.blogspot.fr.
Las palabras del hombre de la ilustración son las siguientes: “Bien, usted dirá.
/ Un momento, ¿qué significa esto? / ¿Pretende usted corromperme? ¿Eééh? ¿Está
usted intentando corromperme? / ¡Pues entérese: no ha nacido, y se lo recalco,
no ha nacido aún persona alguna capaz de corromperme! / ¡Ah, caramba! ¿Y usted
cuando llegó a este mundo, seré curioso?”.