La
estupidez humana puede adquirir su peor rostro cuando se trata de levantar el
dedo y señalar al que es diferente. “Eres negro”. “Eres homosexual”. “Tienes
sida”. En los años ochenta, cuando la ciencia descubrió que en las siguientes
décadas tendría que vérselas con una plaga de consecuencias desproporcionadas, los
estigmas se multiplicaron y los prejuicios y la ignorancia y el odio se
reprodujeron como otro virus, tan fatal como el de la inmunodeficiencia
adquirida, y cuyo origen está en ese terrible gen que todos desarrollamos de
una u otra forma, el de la estupidez. Los animales, en ese sentido, como no son
humanos, no son estúpidos. Menuda diferencia.
Por eso creo que el Oscar a los mejores actores masculinos de 2014, principal y secundario, fueron entregados a Matthew McConaughey y Jared Leto como una forma de redimir esa condición de estupidez que podríamos a veces considerar incurable. En el filme Dallas Buyers Club, del realizador canadiense Jean-Marc Vallée, asistimos a una lucha titánica por la vida y por la dignidad humana. El Oscar de McConaughey y Leto fue un premio al respeto y a la decencia con la que fueron retratadas las vidas de dos hombres esclavos del escarnio y de la humillación, víctimas de la estupidez, blanco de los fanatismos y de la ignorancia.
No nos
toca a nosotros decidir cómo los otros deben vivir sus vidas. Aprendamos de una
vez por todas a vivir según esta primera lección que nos permitirá, por fin,
dejar de ser (menos) estúpidos.
*
En la
imagen, extraída del sitio Onrembobine.fr,
los actores estadounidenses Jared Leto y Matthew McConaughey en un fotograma de
la película Dallas Buyers Club
(2013), de Jean-Marc Vallée.
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