Aquí me refiero al
filme Fantastic Beasts and Where to Find
Them (2016). La escena final es un simple regalo visual y filosófico.
Puesto que la raza humana es incapaz de convivir con la magia, una lluvia
hechicera cae sobre los habitantes de la Nueva York de los años veinte para
hacerles olvidar todo lo que han visto y que puede hacer revelar,
peligrosamente, el secreto mundo de los magos. Mientras la lluvia cae, un grupo
de encantadores, varita mágica en mano, reconstruye la metrópolis, pone en su
sitio los ladrillos desparramados, reconstruye, establece de nuevo el orden…
Olvidar y reparar. Dos palabras clave. A mí me gustaría vivir en un mundo mágico,
y quedarme para siempre en él, pero si tan sólo pudiera, de vez en cuando,
apelar a ese hechizo infalible que permite olvidar todo aquello que nos ha
hecho daño, y, de paso, reparar lo que se ha destruido, ¿qué no haría?
La mente humana es
un escenario en el que, según García Márquez, por obra de algún «artificio»,
solo los buenos actores –los buenos recuerdos– permanecen hasta el final. Ésa es
otra clase de magia, claro está.
Cierro los ojos y
me dejo llevar por la lluvia de Nueva York, años veinte. Entonces escucho el embrujo
de la desmemoria: ¡Obliviate!
*
En la imagen, del sitio IndieWire.com, el
actor británico Eddie Redmayne en un fotograma de Fantastic Beasts and Where to Find Them (2016), de David Yates.
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