Para algunos, el padre es un héroe, un ángel. Para
otros, representa la imagen de un monstruo. Para mí, fue un hombre ante todo muy
humano, muy sencillo, sin ningún tipo de complejos para mostrarse ante todos
con sus defectos y cualidades. Tal fue mi padre. Fue el segundo de su familia
en llevar el sonoro nombre de Rómulo. Si hoy estuviera con nosotros, estaría cumpliendo
en este día, exactamente, ochenta años.
Mi padre nació en el Maracaibo de 1940. En aquel
Maracaibo sepultado por el tiempo y las desafortunadas remodelaciones urbanas
de las últimas décadas que fueron dejando al centro histórico en una sombra
desvaída de lo que fue alguna vez. En agosto de 2009, poco antes de nuestro
viaje a Francia, le dije que saliéramos a caminar por aquellas calles que
terminaban en el antiguo mercado y que se perdían en la siempre espléndida
Botica Nueva. Todo era irreconocible, pero ahí seguía estando todo, en los
recuerdos, en las imágenes que persistían en la memoria. A mi padre le gustaba
Maracaibo, le gustaba recordar.
Viví muchos años con el anhelo inconsciente de complacerlo,
de demostrarle que yo era lo que él siempre había esperado de mí. Fue una lucha
titánica que a la larga terminé perdiendo. Si hubiese tenido el valor, y si
hubiese podido, se lo habría dicho, susurrándoselo al oído en aquella mañana
soleada en que sus ojos se fueron apagando poco a poco, irremisiblemente, hasta
hundirse en un túnel larguísimo, sin final.
Ahora sólo me quedan algunos recuerdos. Más recuerdos.
Los muchos mediodías en que mi padre llegaba con diez panes franceses, el periódico
y la botella de Coca-Cola. Los panes franceses que terminaban convirtiéndose
en los eternos sándwiches con queso palmita de la cena. Y, por supuesto, los crucigramas.
Palabras verticales, horizontales; definiciones que encontrar, algunas más
complicadas que otras. El diccionario convertido en una pasión lúdica. Papel y
bolígrafo. Y las largas tardes de Maracaibo repitiéndose en el silencio de las
muchas horas en las que hubiese querido seguir hablando contigo, escuchándote,
escuchándome, disfrutando cada instante de un tiempo perfecto que tal vez volverá
algún día.
Feliz cumpleaños, papá.
Gracias por esas palabras Ricardo, hoy encontre esto y lo lei y me gusto mucho, yo no conoci mucho atu Papa, pero todos los papas de esa epoca se parecian, asi que me identifique mucho contigo y con tu historia... un abrazo en la distacia amigo mio, soy Alex
ResponderEliminarGracias, Alex, por tu comentario. Un saludo.
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