El martes de esta semana viví uno de esos momentos
que llegan para nunca olvidarse. Los chicos del colegio donde trabajo no
tuvieron clases ese día sino que participaron en un cross, una carrera que los colegios franceses suelen celebrar en otoño.
Algunos profesores debían proponerse para permanecer en algunos puntos del
recorrido establecido, que atravesaba un gran campo de terrenos de futbol e
instalaciones deportivas, para motivar a los estudiantes y velar por que todo
funcionara sin problemas.
A mí me toco ubicarme en un punto situado a un lado
de un pequeño bosque. Cuando los chicos comenzaron a llegar, comencé a
aplaudirles, a darles ánimo, a gritar sus nombres para que no dejaran de correr
y siguieran hasta la meta. “Vamos, Lucas, ¡tú puedes!”. “Sigue, Fanny, ¡sigue
adelante!”. Algunos llegaban jadeantes y exhaustos, sobre todo a partir de la segunda
vuelta, y yo, con camisa y chaqueta, me ponía a correr con ellos algunos metros.
Algunos chicos se detuvieron por un instante, incapaces de respirar a sus
anchas, y me decían que iban a seguir, que no me preocupara por ellos, que ya
iban a estar bien. Qué orgulloso me sentía de ellos en esos momentos. Los veía entonces
alejarse, y después continuaban con una marcha más rápida. Otros no querían correr,
pero caminaban, y me decían sonrientes que hacían su mejor esfuerzo. Y yo les creí.
Fue un momento emocionante, y lo fue aún más cuando descubrí
que aquella mañana me regalaba una de las metáforas más hermosas de la vida.
Yo, el profesor, estoy aquí, ante un pizarrón, cada día, para animar a mis
chicos a hablar español, y, de paso, para inspirarles a correr sin cansarse en
la maravillosa carrera de la vida, en la que estamos todos inmersos, a veces
sin darnos cuenta, con el rostro pegado en el asfalto, agobiados por el estrés
o la tristeza, sin saber muchas veces que la meta está ahí, a unos pocos
metros, tras unas pocas zancadas que nos separan de la meta, de la gloria.
“Vamos, Lucas, ¡tú puedes!”. “Sigue, Fanny, ¡sigue
adelante!”.
Sigamos todos corriendo. Después de todo, de eso se
trata. De correr y triunfar, a nuestro propio ritmo y velocidad.
*
La fotografía, titulada Unión atlética, de María Manuela Martín, fue la ganadora del primer premio de un certamen de fotografía celebrado en 2011 por el Cross Internacional de Atapuerca (Castilla y León, España).
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