Se acaba 2019. Un pétalo menos en la margarita de la vida o más
bien nuevas lecciones para memorizar en nuestro propio camino en el que de todo
se aprende algo. Cada enfoque es válido. A mí, desde hace un tiempo, las series
de televisión me subyugan y hasta me ruborizan cuando, por ejemplo, un colega
de trabajo me dice que en su casa no tiene ni Netflix ni tele ni nada. Sólo libros.
¡Qué (sana) envidia me da! Los libros y yo también tenemos nuestro propio idilio,
pero —y cuánto me pesa este «pero»— no puedo negar que soy un auténtico incondicional
de algunas series producidas por ese ingenio audiovisual que actualmente vive
una cuarta o quinta edad de oro, no lo sé, y del que me he propuesto inventarme cada dos
por tres una nueva moraleja. No sabría por dónde empezar. Que si Chernóbil
o The Crown y hasta Games of Thrones, cuya última temporada, aquí
en Francia, se convirtió en todo un suceso alimentado por las revistas y números
especiales de una decena de publicaciones vendidas como pan caliente en los quioscos.
Así, sin más, la saga de los Targaryen fue una excusa más que válida para filosofar,
discutir sobre los reveses del poder y del amor, hacer apuestas sobre quién
sobreviviría a la sucesión previsible de muertes al mejor estilo de los Diez
negritos de Agatha Christie. Escribo todo esto, y no me lo creo.
No obstante, si tuviera que decidirme por una serie, una
sola, aquí va mi recomendación: The Marvelous Mrs. Maisel. Qué maravilla
de historia. Aquí, una imbatible Miriam Maisel, interpretada por la estupenda actriz
Rachel Brosnahan, nos regala el mejor premio de la vida: vivirla con humor, aunque
el mundo se te venga encima. La señora Maisel es una neoyorquina de familia
acomodada y judía —el padre es un matemático que enseña en Columbia; la madre,
una auténtica bon vivant—, con dos hijos y un marido que se arrepiente
demasiado tarde de haberla dejado por otra. Pero ella se confabula contra su
destino y lo combate con sus mejores armas, el humor que pone a prueba en el difícil
mundo de los monólogos de comedia o, mejor dicho, la stand-up comedy. La
señora Maisel se ha venido conmigo en algunos eternos viajes en tren desde
París a Montereau, donde trabajo desde hace unos cuatro años, y me ha enseñado
con inteligencia que el diálogo consigo mismo, repleto de risas, de relativizarlo
todo y de darse cuenta de que nada es tan importante después-de-todo, es la armazón
de nuestra vida, que puede dejar de ser un drama cuando así nos lo proponemos y,
sí, una eterna comedia. ¡Gracias, señora Maisel!
***
La actriz Rachel Brosnahan en una imagen de la serie The
Marvelous Mrs. Maisel (Amazon Prime, 2017-2019). La foto es del sitio Première.
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