jueves, 24 de abril de 2025

Georgianas (2)


 Me tocó realizar una escala en Fráncfort antes de viajar hasta Atlanta. Los controles de seguridad para ir a los Estados Unidos son un poco más exigentes; esto parece ser una obviedad en el mundo posterior al 11 de septiembre. Cuando llegué a la capital de Georgia, el oficial de la aduana me hizo una serie de preguntas que por un instante me hicieron pensar que se interesaba con sinceridad en mi vida. Le llamaba la atención el hecho de que fuera español pese a haber nacido en Chiquinquirá-Maracaibo (cuando adopté la nacionalidad española, tuve que dar el nombre de la parroquia o distrito en el que nací). También le pareció curioso que me ganara la vida como profesor de español (sobre este particular, a mí también me va resultando cada vez más curiosa la elección personal de este oficio). Por último, antes de dejarme seguir mi camino, quiso cerciorarse, aunque mi respuesta a la final no tuviera ninguna importancia, de que no permanecería de forma ilegal en el país. Me saludó con una sonrisa, que le devolví antes de salir por la puerta que me condujo a una de las salas de llegada del aeropuerto internacional Hartsfield-Jackson, considerado el de mayor tráfico aéreo en todo el mundo.

    Ahí estaba, poniendo el primer pie —no tan triunfal— en el tan anhelado suelo, según miles y miles de inmigrantes, de los Estados Unidos.

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Foto: Front Door to Historic Ebenezer Baptist Church in Atlanta, Keith Dotson.

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