Literatura venezolana
Este año he podido descubrir la literatura de dos escritores caraqueños que desconocía hasta ahora: Rodrigo Blanco Calderón y Karina Sainz Borgo. El primero es autor de la novela The Night (Alfaguara, 2016); la segunda, de La hija de la española (Lumen, 2019). Son obras que algunos críticos parecen emparentar con una especie de corriente llamada “la literatura de la diáspora”. Blanco Calderón, que realizó estudios doctorales en París, y Sainz Borgo, residente en Madrid desde hace varios años, son, en mi opinión, dos representantes de esa narrativa latinoamericana que sirve de espejo a una realidad signada por la violencia, el primero de los laberintos en los que se desarrolla la vida de un continente fabricado desde finales del siglo XV a golpe de fusil, ilusiones y dolor.
Venezuela lo ha vivido casi todo, desde la bonanza de unos años de riquezas fugitivas hasta la miseria más indecente, aquella vinculada con la aniquilación espiritual y moral de un pueblo perdido en su propia espiral de humo, crimen y destrucción. Blanco Calderón hace de su ficción un ramillete de historias que confluyen, se confrontan y se repelen, todas unidas al drama de la psique triturada del venezolano. Sainz Borgo fabrica un relato que navega entre las reminiscencias de una mujer que recoge los pedazos de su vida con el desbarajuste nacional como música de fondo. Sé que me quedo corto ante la lectura que proponen estos dos escritores.
Ambos libros pertenecen a una literatura de primera. Me enorgullece leer a escritores tan talentosos, creadores de un arte construido con la furia y el polvo de la Venezuela de hoy.
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En la imagen, la escritora Karina
Sainz Borgo (Caracas, 1982), fotografiada por Daniel Mordzinski (Zenda).
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