Se ha dicho que la catedral de Santiago es una “sinfonía
en piedra”, y que esta misma descripción puede dársele a toda la ciudad vieja
de la capital gallega. Esto es cierto. En Santiago, la piedra parece mágica. Si
uno la toca, es muy fría, y al tacto pareciera querer contar secretos y
misterios.
Hay muchos lugares que merece la pena conocer en
Santiago, casi todos asociados al Camino. Algunas rúas de la ciudad son
estrechísimas, y componen una especie de contrapunto con la majestad de las
plazas y los edificios construidos en épocas diferentes. La Plaza del Obradoiro
es el gran centro de la urbe y el lugar perfecto desde el cual detenerse para
admirar la oscura magnificencia de la catedral jacobea.
La tradición dice que en el año 813 un ermitaño y un
obispo dieron con un sepulcro que fue atribuido a los restos del apóstol
Santiago, figura emblemática de la religión cristiana. Ocurrió en la actual
Galicia, norte de España. El rey de Asturias, Alfonso II El Casto, se trasladó
con su corte hasta el lugar. Mandó construir una capilla e inició, así, el
recorrido de una ruta a la que se unieron peregrinos de toda Europa y luego de
otros continentes en una gesta que lleva más de mil años de historia.
Se sabe que en el siglo XII, el Códice Calixtino, un
texto redactado por unos monjes franceses, trazó la red de senderos y caminos
empleados por los caminantes, y de los que hoy continúan sólo unos cuantos,
como el Camino Francés, el Camino Inglés o la Vía de la Plata, por citar los
más conocidos.
El Camino de Santiago, declarado Patrimonio de la
humanidad por la Unesco, cuenta en su recorrido con una amplia red de posadas,
iglesias y monasterios. La ruta puede observarse desde varias autopistas
españolas, y es frecuente ver en ella peregrinos, sobre todo en verano, con sus
pesadas mochilas y sus bastones, caminando kilómetros durante una jornada que
puede acabar, al final del día, en un animado albergue en el que los caminantes
se reúnen para conversar, comer y descansar.
Las rutas más largas, como el Camino Francés o la Vía de
la Plata, superan los 700 kilómetros de recorrido. En total, el peregrinaje
jacobeo puede llevar varias semanas y aun meses. El final es siempre el mismo:
el Monte do Gozo, una colina de unos 380 metros de altitud desde la que pueden
divisarse las imponentes torres de la catedral de Santiago. El último tramo
está señalizado con flechas amarillas y anuncios, como todo el resto del
trayecto sea cual sea el punto de salida. Éste es el final del viaje. De ahí a
la catedral sólo queda poco más de una hora de marcha.
Experiencia
venezolana
En julio de 2012, la alcaldía de El Hatillo y la cofradía
de Santiago Apóstol realizaron por sexta vez consecutiva, como cada año desde
2006, una actividad que ya es tradicional: la llamada Peregrinación por la paz,
un recorrido por el municipio de 12 kilómetros que dispone de siete estaciones,
puntos de hidratación, seguridad, módulos de salud y transporte.
La iniciativa comenzó gracias a cuatro venezolanas que
recorrieron el Camino de Santiago. Una de ellas, Isolda Heredia de Salvatierra,
presidenta de la cofradía, señaló este año a la prensa uno de los motivos
esenciales de esta actividad religiosa que sólo en su edición de 2011 logró convocar
a unos 1.500 peregrinos de todo el país: “Hoy más que nunca necesitamos orar
juntos por la paz en Venezuela”.
De este modo, la Peregrinación por la paz se ha
convertido en la versión criolla del Camino de Santiago. Uno de los cófrades de
la organización mirandina, Carlos Castro, residente en España, señala: “Caminar
es una experiencia primordial que permite al hombre liberarse de un determinado
lugar y alcanzar nuevas tierras y nuevas metas. La peregrinación a Santiago
forma parte de esa experiencia. El caminar ayuda a la reflexión, el encuentro
consigo mismo y al encuentro con Dios”.
Cine y
literatura
El Camino de Santiago ha sido tema durante siglos de una
amplia literatura. Por citar un ejemplo conocido y relativamente reciente, el
escritor brasileño Paulo Coelho publicó en 1987 su primera novela, El peregrino, considerada por la crítica
como “una parábola sobre la necesidad de encontrar nuestro camino en la vida,
darle un verdadero sentido, mejorar como personas y alcanzar un mayor
crecimiento espiritual”.
Tal vez sea ésta la idea que tuvo en mente Emilio
Estévez, quien escribió y dirigió en 2010 la película El camino (en inglés, The Way),
estrenada hace ya un año en las salas de Estados Unidos. El argumento parece
querer retratar la idea de querer culminar un camino empezado, ya sea a través
de los pasos de otro.
*
Este texto fue publicado en el diario Panorama
(Maracaibo, Venezuela) el 4 de noviembre de 2012. La imagen, atribuida a
Gonzalo Gil, fue extraída del sitio Elcaminodesantiagodesdeasturias.blogspot.com.
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