Como los días se parecen todos, la semana se ha convertido en una única jornada dividida en nuevas formas de distribuir el tiempo que bien podrían admitir combinaciones tales como el «lúbado» o el «mardingo» (esta última posibilidad podría resultarle chocante a más de un corazón sensible).
Antes, cuando llegaba el domingo por la tarde, sabíamos que la semana comenzaría en cuestión de horas, que el lunes sería el primer paso de la empinada cuesta de los próximos siete días. Luego llegaba el miércoles y sentíamos que el fin de semana estaba cerca y lejos a la vez. Según el caso, estas inquietudes podían convertirse en un dilema metafísico. Pero cuando llegaba el viernes por la noche, todo cambiaba: algunas horas de distensión, une buena serie en Netflix, casi siempre una pizza humeante frente al televisor…
Todo eso es, por ahora, cosa del pasado. Los «lúbados», los «mardingos», los «viércoles» son las apelaciones de estos largos días que pasan para nosotros, invictas flores en el ático.
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La foto, de
Getty Images, ilustra un artículo de BBC Mundo titulado «La curiosa historia de cómo el sábado y el domingo se convirtieron en ‘fin de semana’».
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