martes, 14 de julio de 2015

Viaje al país imposible (10)


La esperanza de la música

Domingo, 12 de julio. La semana pasada asistimos a un recital de estudiantes de viola, todos integrantes del Sistema, la organización que promueve desde hace unos cuarenta años la difusión y enseñanza masiva de la música clásica en Venezuela. Unos amigos nos habían invitado para que pudiésemos apreciar el talento de aquellos jóvenes, en especial el de su hija mayor, que ofreció al auditorio una hermosa interpretación.


En ese momento me di cuenta de que el futuro de Venezuela es forzosamente promisorio si creemos en el poder regenerador de la música. El Sistema, fundado por José Antonio Abreu en 1975, ha recibido críticas tanto positivas como negativas en Venezuela y el mundo. Algunos detractores critican los métodos de formación musical, comparables a los empleados por una fábrica, en los que los rostros de miles de niños son borrados para dar paso a una masa capaz de funcionar con precisión marcial, casi deshumanizadora.

Pero otros, la gran mayoría, han visto en el Sistema la clave para rescatar el papel esencial de la música, y, con ella, a vidas enteras de la miseria y el fracaso. 

Recuerdo la admiración por el Sistema reflejada en el rostro de un músico que conocí una vez en Francia. Me parece que para muchos extranjeros profesionales de la música, Venezuela y Sistema son sinónimos de música y arte. De esperanza. 

Ese cálido sentimiento me invadió aquella tarde en el paraninfo de la Universidad Rafael Urdaneta, donde una treintena de niños y jóvenes conjuraron durante mágicos instantes, con sus arcos y violas, el “maleficio” que parece pesar sobre éste, nuestro país imposible.
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En la imagen, decenas de jóvenes músicos de la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, o simplemente Sistema, en una fotografía de Primicias24.com.

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