Conducir en Maracaibo
Jueves, 9 de julio. Los unos sobre los otros. Montañas de hierro oxidado. Pitidos, bocinas, amenazas. Humo y fuego. Calor. Anarquía y violencia. No es el fin del mundo. Es el tráfico en Maracaibo.
Me doy cuenta de que he perdido las viejas costumbres necesarias para la supervivencia en el asfalto marabino. Lo sé porque le doy paso a todo el mundo y porque la gente me mira con cara de extraterrestre.
Noto que voy al volante mucho más relajado que nunca. Es
lógico, me digo, estoy de vacaciones. Trato de ir por el canal derecho, dejo
que todos me adelanten y observo las colas interminables en los comercios, en
las estaciones de gasolina, en los cajeros automáticos. Ir despacio me permite
también evitar los cráteres de la vía.
Cuando llegué a Francia, no me atrevía a conducir en
París. La ciudad me imponía respeto. Pero un día me dije que si había sido
capaz de conducir en Maracaibo, podía hacerlo en cualquier lugar.
Y así es. Pese a una vialidad caótica, a una red de
semáforos de pesadilla, a un clima que contribuye a elevar los termómetros de
la incivilidad y el mal genio, Maracaibo es una autoescuela gigante de la que
todos salimos capaces de cualquier cosa cuando se trata de ponernos detrás
del volante.
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En la imagen, una escena típica del tráfico en
Maracaibo extraída del sitio Noticias en el Zulia.
Hace algunos meses un caraqueño me confesó que el sabía manejar, pero le daba miedo manejar en Maracaibo, el comentario me dio un poco de pena pero no pude evitar sonreír al imaginarme al señor conduciendo sumiso por la ciudad... así debiste verte... con todo el respeto que mereces...
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