La cultura del bachaco
Lunes, 6 de julio. Queda en casa un rollo de papel higiénico y hago un gran esfuerzo para no entrar en pánico. Sé que para todo hay una salida y que más pronto que tarde tendré que vérmelas con uno de los miles de representantes de la cultura del bachaco.
Busco en el diccionario, y me entero de que la palabra “bachaco” es un venezolanismo aceptado por la Academia para designar el pelo “muy ensortijado y rojizo”, a la persona “que tiene el cabello con esas características” o a una “hormiga grande y voraz”. Creo que desde hace un tiempo los venezolanos han ampliado el campo semántico de esta palabra para relacionar a esas hormigas feroces y tenaces con los miles de compradores dispuestos a pasar horas en las afueras de los supermercados y comercios con el fin de comprar aquello que se necesita y sobre todo que cuesta conseguir, y revenderlo después a un precio mucho mayor.
Como ocurre casi siempre, la palabra “bachaco” se ha ramificado en una serie de verdaderos ingenios lingüísticos. Así, el verbo bachaquear define la acción de compra y reventa de productos, el sustantivo bachaqueo designa a la actividad en cuestión, y los compradores y revendedores ya no son tanto bachacos sino más bien bachaqueros.
Sé de muchas personas que han encontrado en esta actividad una fuente de ingresos para sus hogares. Hacer una cola por horas, comprar y revender se considera para muchos un oficio más. Pero hay que reconocer que la cultura del bachaco dibuja un círculo vicioso en el que nadie verdaderamente gana, que empobrece y que hunde más a Venezuela en el abismo de la inflación, la escasez, el acaparamiento y la especulación.
Creo que éste es un tema delicado. No desearía ofender a nadie porque hablar de esto es caer casi irremediablemente en la discusión política. Y no quiero cometer este error.
Siento, sin embargo, que todos los venezolanos merecemos encontrar casi todo en los supermercados, sin hacer colas de hormigas para comprar bajo el sol de julio, con una calidad de vida mucho más alta. Con fuentes de empleo formal y seguro. Con leyes que se apliquen y que sepan regular y aun enseñar al pueblo que hay vida, vida de verdad, más allá de la triste y expandida cultura del bachaco.
*
La caricatura es del dibujante Juan Carlos Partidas.
Estimado Ricardo, para nadie es un secreto que el trabajo en este hermoso país está totalmente devaluado, donde es casi imposible tener dos trabajos y la maraña es la orden del día, particularmente no puedo darme el lujo de hacer infinitas colas para comprar algo tan banal como una mayonesa o enjuague para el cabello y debo comprarlo por otro lado, si es que lo consigo. Hace dos semanas lloraba en silencio en el baño sin que nadie me viera porque no teníamos leche para mis hijas que pedían llorando un vaso de leche que ya no veían desde hacía casi un mes y mi marido no conseguía un helado de mantecado o chocolate clásico por los alrededores, me toco explicarles a unas niñas de 3 y 4 años que no teníamos leche y que no había en las tiendas, y ellas lo entendieron. Es indignante este tipo de situación y sobre todo cuando me pregunto si fue un error no haberme ido del país que tanto amo y sueño cuando tuve la oportunidad
ResponderEliminar