11 de septiembre de 2001
Esta vez ocurrió en Nueva York, la capital del mundo, hace veintidós años. Esta vez no fueron tanques sino aviones tripulados por terroristas suicidas. El 11 de septiembre de 2001 marcó el final del verano de aquel año, pero, en realidad, supuso el cierre de toda una época, de un siglo completo. A las voces furibundas de quienes hicieron un llamado a la guerra del petróleo —entre quienes se contaron desde profetas hasta magnates— se unió también el clamor, más bien tímido, de los que denunciaron la falacia de los atentados, la chapuza de los rascacielos implosionados, la teoría por lo general fascinante de las conspiraciones inspiradas por la fuerza avasallante del dinero.
Yo era todavía un periodista a sueldo el 11 de septiembre de 2001. Ese día, en Maracaibo, los cinco televisores eternamente encendidos de la oficina de redacción del diario Panorama nos dejaron a todos sin palabras. Era como si una parte del humo y el polvo de aquellas toneladas de escombros hubiera podido llegar hasta nosotros. En cuestión de pocas horas ya teníamos listo un número especial que fue impreso y distribuido en quioscos, aceras y negocios con una celeridad y eficacia que entonces me parecieron dignas de admiración.
Fui testigo aquel día de un momento histórico en el que, veintidós años después, ya nunca supimos ser los de antes. Nuestros rostros siguen cubiertos por un manto de arena y huesos triturados.
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El 11 de septiembre de 2001 murieron
casi tres mil personas en Nueva York, Washington y Shanksville, Pensilvania. La
foto es de National Geographic.
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