Lanzarote
Es otro planeta. Los paisajes se componen en buena parte de volcanes recortados sobre un cielo color azul felicidad. La vegetación es árida —el cactus reina en toda su majestad—, pero la gente de los pueblos lanzaroteños se lleva la palma en todos los concursos de amabilidad y bonhomía (si alguna vez éstos se inventaran, que buena falta hacen). Hay playas, como las de Farama, en donde los surfistas juegan con las olas y las olas juegan con todo el mundo. Hay un pueblo en particular, Teguise, que vale la pena visitar, sobre todo después del mediodía, cuando las calles se vacían y las paredes blancas de cal compiten con el esplendor del sol canario. Teguise fue la capital de Lanzarote; hoy es un caserío lleno de palacios, historia y ermitas.
La vista se pierde en el horizonte; los ojos se nublan. No son lágrimas; son los recuerdos de una semana en Lanzarote.
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Una puerta en Teguise, Lanzarote.
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