miércoles, 20 de marzo de 2013

Que la Fuerza nos acompañe siempre




Con El ataque de los clones (2002), George Lucas ofrece una de las mejores contribuciones al arte universal, y creo que este modesto homenaje a la saga completa de Star Wars que hoy he querido escribir sirve como disculpas necesarias a ciertas barbaridades que he dicho antes. Sólo en este filme, encontramos guiños a Shakespeare (Anakin y Padme, los amantes atormentados y condenados a la tragedia) y a Cervantes (los caballeros jedis luchan por utopías y un molino de viento que se llama “paz”), por mencionar dos referencias de nuestro imaginario occidental. Además, Lucas se encarga de mostrarnos la estética más depurada de un futuro que ya pasó, puesto que, como bien recordamos, cada episodio de esta leyenda nos dice que se trata de una historia ocurrida “hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”.

Todo ello sin mencionar una vez más a John Williams, que con el tema de amor de la saga adquirió el derecho vitalicio de tratar de tú a Mozart. Bajo un delicado murmullo de cuerdas, John nos obsequia con el canto del oboe una de las más sublimes melodías que narran el amor, el amor desgraciado, destinado al dolor y al sufrimiento. El amor de Padme y de Anakin, hijo sin padre, concebido por obra de la Fuerza. Es el Elegido de una antigua profecía jedi. Cualquier parecido con el cristianismo sirve simplemente para distraernos porque el Elegido sucumbe a las tinieblas. El dolor y la rabia corrompen su alma y le transforman en el jedi más poderoso de la galaxia. Anakin o Darth Vader es el verdadero nudo de la trama, que en seis entregas compone la construcción de otro mundo, refinado y poderoso, creyente aún en la democracia y en los políticos honestos, y que lucha por establecer el orden de una sociedad pacífica, sin dictaduras ni imperialismos.

Los jedis, suerte de monjes con habilidades de samuráis y cerebros de filósofos, son los guardianes del universo, y el ideal humano más elevado según Lucas. Me encuentro escribiendo todas estas ideas porque hace poco he visto de nuevo la saga, pero en el orden de aparición de cada entrega y no en el real que corresponde según la historia. De este modo, he podido apreciar mejor cómo la tecnología de los noventa y comienzos de siglo hicieron posible una visión estéticamente mejor lograda, sin dejar de lado, nunca, los aciertos y avances que supusieron los tres primeros capítulos, considerados hoy como el antes y después en la historia de los efectos especiales del cine.

Pero, como siempre lo he dicho, no soy ningún experto, y me gusta hablar de películas como lo haría cualquier espectador. El buen cine, a la final, debe servir para hacernos sentir agradecidos por estar vivos.
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La imagen, inspirada en el personaje Darth Vader, de la saga Star Wars, fue extraída del sitio All-wallpapers.net.