sábado, 19 de octubre de 2013

‘Lucky’, Leonarda y la inmigración en Francia




Hace poco más de un mes, decidimos comprar una mascota para los niños. Pensamos que se trataba de una buena idea. Sabíamos que el hacerlo incluiría una considerable inversión de tiempo y dinero. Al final nos decidimos por un cachorro Labrador, una raza de perros muy popular y considerada adecuada para las familias con niños como la nuestra. Encontramos cerca de Chartres una granja en la que crían perros Labradores para su reproducción. Fuimos con mucha ilusión, y conocimos a nuestro Lucky, un cachorro de tres meses de un precioso color chocolate. Zureya le puso el nombre casi al verlo. Lo llevamos a la casa, se la presentamos, luego los niños salieron a pasear con él unos minutos por el vecindario, le dimos la cena, y a dormir. Como vivimos en una casa con un jardín cercado, pensamos que estaría bien dejarlo ahí cuando los niños se marcharon a la escuela y nosotros fuimos a trabajar al día siguiente. Grave error. Cuando regresamos a casa, Lucky había desaparecido. Supimos que era imposible que se hubiese escapado, y nos dimos cuenta de que se lo habían llevado. Fuimos a la policía a declarar el robo, distribuimos carteles y nos quedamos impotentes y tristísimos ante la realidad de haber sido víctimas de un ladrón de perros.

Cuando algunas personas se enteraron de lo ocurrido, no dudaron en señalar al posible culpable: un gitano. 

En Francia, los gitanos constituyen una minoría étnica compuesta por unas 20.000 personas. En su mayoría, viven en caravanas o tráileres. Se dice que no han sabido integrarse a la sociedad francesa aunque por otro lado también se diga que esta integración se les haya negado abiertamente. Todo un círculo vicioso en el que viven cientos de familias y, sobre todo, niños. 

El último caso es el de Leonarda Dibrani, una estudiante de 15 años en un colegio de Pontarlier, situado cerca de la frontera con Suiza. Leonarda era considerada una estudiante como cualquier otra por sus profesores y habla un perfecto francés. Su caso ha sido ampliamente ventilado en los medios porque Leonarda fue detenida el 15 de octubre de 2013 por las autoridades durante un viaje escolar a una fábrica. Tras su detención, fue deportada a Kosovo con su madre y sus cinco hermanos. Dos tercios de los franceses aprueban esta disposición del Gobierno de François Hollande.

La expulsión de una familia gitana reabre el debate sobre la inmigración en Francia, un tema que me interesa por razones obvias. Vivo en Francia desde hace cuatro años, y yo también soy extranjero. Puedo comunicarme en francés, aunque conserve (y creo que será de por vida) un acento que algunos me han dicho que les “hace viajar”. Trabajamos, pagamos nuestros impuestos y llevamos una vida como la de cualquier otra familia. Nos sentimos realmente a gusto e integrados. Nuestros niños mayores han sido escolarizados desde nuestra llegada, y su francés, esta vez sí, es sin acentos. Tanto, que Emma, nuestra hija de siete años, que nació en pleno Maracaibo, ahora se considera a sí misma francesa, y me riñe a veces porque dice que debo hablar francés en público, y no en español. Eso sin decir que Daniel, nuestro tercer hijo, nació en Fontainebleau, cuna por excelencia del imperio napoleónico.

Francia es, desde luego, una gran nación, y nos ha dado mucho. Me siento agradecido y aun orgulloso de vivir aquí, pero no deja de preocupar que las leyes sean capaces de llegar a detener a una niña en viaje con sus compañeros de clase por todas las razones argumentadas y resumidas de este modo: no tener papeles (aunque le faltaran dos meses a la familia Dibrani para naturalizarse) y ser gitana. Es cierto que el padre de Leonarda había sido detenido por la policía unos meses antes, y que la medida se ha querido justificar por esta acción, pero sigo dudando de la eficacia de estos métodos que algunos han querido tildar de inhumanos y dignos de la década de los treinta.

Todavía Lucky no ha aparecido, pero no sé si fue un gitano el que se lo llevó. Prefiero no caer en los prejuicios por muchas razones. Una de ellas es que soy profesor y trabajo en un colegio con chicos de la edad de Leonarda, cuyos diversos orígenes resumen la extraordinaria multiculturalidad de la sociedad francesa. Las fronteras de nuestro mundo deben existir para conocer y disfrutar nuestras diferencias. Excluir y deportar no serán siempre las mejores soluciones. La Historia ya nos ha dado antes esta lección.

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La imagen, de Reuters, muestra a un grupo de estudiantes de algunos liceos parisinos que mostraron su rechazo a la expulsión de Leonarda Dibrani el 18 de octubre de 2013.

2 comentarios:

  1. Tristemente Ricardo es increible como en pleno siglo XXI, en donde la tecnologia nos hace avanzar a agigantados pasos, aun existe en paises tan avanzados este tipo de discriminación, pero creo que erroneamente, las leyes promulgadas en dichos paises sobre la migracion de personas que llegan a lugares extraños en busca de mejora en la calidad vida, no son las mas adaptadas a la realidad, en donde vemos como quedan hijos sin padres producta de deportaciones injustas...
    Contrario a esto deberiamos aprovechar nuestro progreso de este siglo para compartir la diversidad de culturas para dar paso a otras razas y culturas... Sin olvidar la parte espiritual que nos enseña que todos somos hijos de un amoroso Padre Celestial...
    Excelente artículo Ricky, saludos y muchos besos a Zureya y a los niños...

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    1. Completamente de acuerdo contigo. Gracias por tus comentarios, Katy. Siempre les recordamos a todos con mucho cariño.

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