viernes, 24 de abril de 2020

Flores en el ático. Día 40


Y llegamos al día cuarenta, señoras y señores. La cuarentena de la cuarentena. No sé si estoy en lo correcto, pero mis cálculos me hacen pensar que en Francia se comenzó oficialmente el confinamiento el lunes 16 de marzo. Desde entonces, no he vuelto a mi trabajo. No he vuelto a montarme en un autobús o en un tren. Las salidas son imprescindibles y cronometradas. No quiero que se me caiga (más) el pelo si un policía me dice que llevo más tiempo del aceptado fuera de mi casa porque, de ser así, me tocaría pagar una multa que va de los 150 a más de 300 euros.

Varios vecinos salen a sus balcones, puntuales, cada tarde a las ocho. Aplauden, en principio, al llamado personal médico y sanitario. Pero yo creo que buena parte de esos aplausos quieren reflejar una necesidad de decir «presente, aquí estamos», «sigamos aplaudiendo porque necesitamos más ánimo».

El principio del fin del confinamiento ha sido anunciado para el 11 de mayo. Los líderes del Gobierno francés han tratado de explicar «pedagógicamente» que será un desconfinamiento llevado a cabo por partes o periodos en los que, se supone, los primeros en ir a la escuela serán los niños de la guardería y la educación primaria. Medio mundo se pregunta cómo es posible que sí se pretenda abrir las escuelas y al mismo tiempo mantener cerrados los bares y los cines.

Los restaurantes de comida rápida, no obstante, empezaron a abrir. El Domino’s más cercano me envió un correo electrónico anunciándome que ya es posible hacer nuevos pedidos. No me lo pensé dos veces. Pedimos nuestras pizzas en el sitio web y las fuimos a buscar unos 20 minutos después. Pero ahora, comiendo en casa desde hace más de cuarenta días, sin probar un bocado de la gastronomía chatarra, me he dado cuenta de que digerir una pizza, aún al mediodía, se ha convertido en un nuevo desafío.

Cosas de la cuarentena de la cuarentena, sin duda.



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La imagen fue publicada en el sitio web VirginRadio.fr.

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