Música estival
Estas canciones de verano terminaron
haciéndose demasiado largas. Empezaron en el verano de 2023 y todavía siguen
sonando. Son canciones cuyas letras están compuestas de recuerdos de libros que
leí, de experiencias que he vivido, de películas, de series de televisión; retazos,
imágenes y sonidos de un mundo que gira y gira. Los años pasan, pero los
recuerdos siguen ahí, a veces clavados con clavos que duelen, pero solo por un
instante. Hay días que se repiten: ir a la biblioteca nacional, comer plátano
frito y arroz con camarones, leer, leer y leer, ir al cine que está justo al
lado de la biblioteca y ver una, a veces dos películas. El cine asiático es
inquietante, presenta mundos depurados en los que no hay nada de normal, salvo
el silencio que se siente como un trueno. Los silencios que pesan como truenos constituyen
el oxímoron más desgastado de la literatura al punto de que es el único ejemplo
que cita el diccionario. No soy original.
Mi vida se reparte entre varias ciudades.
Mi madre y mi hermano viven en Francia desde hace ya seis meses. Pienso en la vida
que se quedó en aquella casa en Santa María, a unos metros de la plaza de las
Madres. La casa sigue en pie gracias a unos primos de mi madre que la cuidan,
pero ¿volveremos algún día a Santa María? Otro silencio atronador.
Mientras tanto, vivimos en otra casa,
a poco más de una hora en tren de París, situada en una calle que lleva el
nombre de otro santo: san Eligio o san Eloy. Saint Eloï. Mi casa.
***
La fotografía, de H. Armstrong Roberts, fue publicada en el diario El País el 20 de septiembre de 2025. Es la ilustración de un artículo titulado «“He releído a Cortázar y me quedo con Los Simpson”: ¿es buena idea volver a lo que nos entusiasmó de jóvenes?», de Enrique Rey.
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