domingo, 5 de agosto de 2012

Servidumbre


“Sí, adelante. Pase. Cierre la puerta con cuidado. No soporto los ruidos excesivos. Me molestan. Aún el sonido de la seda crujiendo sobre las piernas es detestable para mí. Sí, adelante, muy bien. No tenga miedo, niña. Pase. A ver, dé una vuelta... eso, ahí, quédese así, como está. Cuando llamé a la agencia esta mañana expliqué claramente que la mujer que necesito para limpiar esta casa debe tener ‘carácter’. Sí, y ésa es una cualidad que percibo justamente en el primer vistazo. Y, viéndola bien, creo que tiene ‘algo’ de carácter. Tal vez no lo suficiente, pero creo que lo que tiene bastará. Pues, niña, verá usted, éste es el trabajo: limpiar cada milímetro de esta casa, todos los días, de lunes a lunes. Hay un día de descanso cada tres meses, bueno, en realidad, sólo unas tres horas durante una mañana de domingo. Mientras esté aquí, deberá limpiar los suelos, la escalera, los salones de baile, la galería, el comedor, los dormitorios... son 16 en total, más el ático, que, como verá, está tan acondicionado como cualquiera de nuestras dependencias. Ésta es una casa grande, vieja, pero que hay que saber mantener. Y, sí, como escuchó, tenemos salones de baile. Son caprichos de mi marido, que pensaba que era un Fred Astaire de la vida. El pobre. Él está muy enfermo, bueno, mejor dicho, es... ¿cómo le diré? Es un vegetal. Sí, ni más ni menos. Lleva unos 15 años conectado a unas máquinas que le ayudan a vivir. Él es el dueño de todo esto, bueno ahora soy yo, claro, la que controla absolutamente todo. Incluidas las finanzas, por supuesto. En fin, ¿de qué le hablaba? Ah, sí, de los salones de baile. Son dorados, hermosos, llenos de espejos, parecen vieneses. Todo un capricho; costó una millonada. A mi marido le encantaban los bailes con orquestas de cuerdas y esas cosas. Fue una época... creo que divertida, sí. Bueno, a lo que iba: éste es el trabajo. Limpiar desde la mañana hasta la tarde. De la comida se encarga Marta, ya la conocerá. Antes tuvimos un ama de llaves... (risas). Sí, lo que escucha: ¡un ama de llaves! Ya no la tenemos. No podemos permitírnoslo. Es ella la que debería darle todas estas explicaciones, y no yo, claro está. Cuando Marta la lleve a la que será su habitación, encontrará hasta una serie de cincuenta tipos diferentes de sustancias para limpiar. Cada envase tiene una etiqueta: ‘Cera para la habitación número 11, ala oeste’; ‘desinfectante para la sala de baño del sótano’. En fin, soy muy quisquillosa con los olores. Nunca nada debe oler igual. Usará un par de guantes distinto para cada estancia. Hay más de 500 pares esperándola. No me gusta la música; tampoco espero verla hablando con Marta. Hágalo a mis espaldas. La habitación de mi marido es la primera en limpiarse. Todos los días, a las cinco de la mañana, que es su mejor hora, bueno, en la que al menos tiene los ojos menos entrecerrados. Y ahora, la mejor parte, para usted, claro: el sueldo. No pago en bolívares sino en euros. Aquí tiene esta tarjeta. Tómela. ¿Ve la cifra? ¿Contenta? Muy bien. Salga de la habitación. Cierre la puerta con cuidado, sin ruidos, eso, necesito descansar. Abajo la espera Marta”.




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En la imagen, las actrices Kelly McDonald y Maggie Smith en una escena de la película Gosford Park (2001), de Robert Altman.

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