sábado, 14 de abril de 2012

La moraleja del ‘Titanic’



Hace 100 años, el 14 de abril de 1912, el trasatlántico más célebre del mundo se hundió tras chocar con un iceberg que le abrió el casco. Un millar y medio de personas murieron y unas setecientas lograron salvarse. Al realizador James Cameron le debemos la versión cinematográfica que mejor retrata con lujosos efectos especiales la apoteosis del hundimiento. El centenario del Titanic nos recuerda, sin embargo, que su leyenda sigue insumergible, y que en el imaginario colectivo de la humanidad quedará para siempre el eco de los violines en las horas finales del naufragio mezclado con la vaga certeza de que aún las mayores proezas fabricadas por el hombre resultan a la larga vanas y efímeras.

Y es que del Titanic se decía que era imposible de hundirse. Fue diseñado y construido con la tecnología más avanzada de su época. Y, sin embargo, cuatro días después de iniciar su viaje inaugural, partiendo desde el puerto inglés de Southampton y con destino final a Nueva York, la embarcación se hundió a las 2.20 del lunes 15 de abril de 1912, apenas dos horas y cuarenta minutos después de impactar con el iceberg.

El poeta alemán Hans Magnus Enzensberger escribió en 1980 El hundimiento del Titanic, considerado por el Nobel Vargas Llosa “como una metáfora de nuestra civilización, en peligro también de naufragio[1]”, que deja, según el escritor peruano, una importante moraleja: “Si vamos a hundirnos, aprendamos a nadar”.

El Titanic desapareció una noche como hoy hace 100 años. Ante el embeleso que nos produce ver los numerosos objetos rescatados tras el desastre, me gusta pensar que en los naufragios de nuestra sociedad y de nuestra vida siempre queda la esperanza de la salvación en los botes de nuestra capacidad para seguir adelante y en los chalecos de nuestro sentido de reconstruirnos a nosotros mismos pase lo que pase. En cierta manera, nuestra condición humana es verdaderamente insumergible. En tiempos de desconfianza y desconsuelo, ideas como éstas producen alivio. Un gran alivio, en verdad.


[1] Sugiero la lectura del artículo de Mario Vargas Llosa En el Titanic, con Enzensberger.

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La imagen fue obtenida del sitio TitanicUniverse.com.

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