miércoles, 15 de julio de 2015

Viaje al país imposible (11)


Recuerdos colegiales

Lunes, 13 de julio. En estas vacaciones he pensado que los niños debían conocer el colegio en el que dejé once buenos años de mi infancia y juventud, el Maristas. Cuando entré en el estacionamiento, no pude evitar que tantos recuerdos me invadieran. En esencia, el colegio no ha cambiado casi nada, aunque las ampliaciones y el buen mantenimiento causan una impresión de pulcritud y orden que contrastan con el caos de la ciudad. Samuel quedó impresionado con la amplia y bien cuidada cancha de fútbol, y yo me sentí tan orgulloso como si todavía llevara la insignia del colegio cosida sobre mi uniforme.


La vida me ha llevado a ocupar el puesto de un profesor de educación secundaria. Desde hace unos cuatro años, he enseñado el español en unos cinco institutos franceses a decenas de adolescentes que, como yo un día, dan lo mejor de sí mismos si se les ayuda un poco, aunque a veces puedan resultar difíciles. 

Soy consciente de la gran responsabilidad que llevo sobre mis hombros, y a veces, cuando estoy en una de mis clases y no sé qué hacer debido a una situación complicada, pienso en mis profesores del Maristas, y trato de imaginar lo que ellos verían cuando yo ocupaba uno de los pupitres del colegio. Estoy seguro de que vieron mucho más allá de aquel presente porque hoy mis antiguos compañeros de clase y yo hemos crecido, y muchos nos hemos convertido en padres de familia, siendo todos ciudadanos honrados que la vida ha llevado a diferentes rincones de Venezuela y el mundo. 

Creo que en buena parte de lo que he logrado en mi vida hay una deuda que no podré pagar nunca al colegio de mi infancia, a la enseñanza de los valores y de los principios cuya huella, qué bueno es decirlo, es imborrable.
 
*
En la imagen, una fotografía personal del patio interior del colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá, Hermanos Maristas (Maracaibo, Venezuela), tomada en marzo de 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario