jueves, 7 de junio de 2012

El secuestro de las ‘misses’ (1)


Aquella noche parecía que iba a ser eterna. El reloj marcaba las 7.50. Sólo faltaban diez minutos para el desfile en traje de baño. El camerino era un hormiguero. Las abultadas cabelleras de las misses dejaban ver sus cuerpos altos y huesudos, elevados sobre tacones de diez centímetros. Un enjambre de estilistas retocaba con polvos y escarcha las narices y las mejillas de las nuevas reinas de la belleza. Algunas preferían hacer el trabajo por su cuenta y deslizaban con furia contenida las barras de pintalabios sobre unas cansadas sonrisas de mentira. El rímel que todas llevaban quería fundirse de las pestañas como helados en una plaza desierta a las dos de la tarde. La función debía continuar, como ocurre en cada buen circo, y a una señal del responsable de la coreografía y de las entradas y salidas del escenario, las chicas se pusieron en fila india con el clásico gesto de las modelos en ciernes: la mano derecha sobre la cadera, el brazo izquierdo en posición de descanso, los hombros bien erguidos, la mirada en alto.
Cuando todas avanzaron, una fanfarria se dejaba escuchar entre los aplausos del público. Un hombre se abrió paso de repente entre los bastidores, y pronunció con voz clara y firme la orden: “Miss Nueva Esparta, Miss Aragua y Miss Zulia, ustedes se quedan aquí un momento”. El resto prosiguió el desfile sin mover una pestaña, desde el camerino hacia la gloria, y las tres aludidas se quedaron inmóviles, confundidas y nerviosas.
Sólo Miss Zulia respiró lo suficiente para decir:
―Pero ¿qué pasa, quién es usted? Tenemos el desfile en traje de baño ahora mismo.
El hombre se aproximó a la miss. Era más alto que ella, y no llevaba tacones ni laca en el cabello.
―Esta noche, el desfile lo harán en otra parte ―dijo.
Otros dos hombres, tan altos como el primero, salieron de ninguna parte. En cuestión de segundos, el trío de raptores redujo con facilidad a las concursantes. Unos fugaces instantes más, y los seis habían bajado por unas escaleras traseras y habían llegado a una camioneta ocho por mil, negra, blindada, oscura y misteriosa como la noche eterna del secuestro de las misses.
Miss Aragua, aterrorizada, sollozó:
―¿A dónde nos llevan, desgraciados?
Miss Nueva Esparta, hecha un manojo de nervios:
―No me toquen, no me toquen, ¡no me toquen!
El primer hombre sacó una reluciente pistola de su chaqueta.
―Quietas las tres. Nadie va a hacerles nada. Hoy comienza para ustedes una misión que les cambiará la vida para siempre. Ahora, por favor, relájense. Todo va a estar bien.
Había una calma inesperada en su voz. Las misses, muertas de miedo, optaron por abrazarse como si las tres hubiesen recibido juntas la corona. Lloraron tanto y en silencio que el rímel dejó sus rostros de cera con manchas de lágrimas negras mientras la camioneta se deslizaba silenciosamente en una Caracas inmensa, galáctica y futurista.
Estamos en Venezuela. Es el viernes 4 de diciembre de 2099.


© Derechos reservados. Ricardo López Díaz / Cuadernosparis.blogspot.com.

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La imagen, de una serie titulada Crowning Moment / Miss Universe (2010), fue obtenida del sitio Jellystrawberry.blogspot.com.

2 comentarios:

  1. Que chevere!! Me gusto!! Ya quiero leer el capitulo 2!!

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  2. Ricardo esta excelente, muy fresco la narrativa.. Capitulo 2 cuando salga me etiquetas en facebook
    Bienvenido al mundo del blog!

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