sábado, 21 de marzo de 2020

Flores en el ático. Día 5




Hoy me derrumbé. Por primera vez caí en la cuenta de que estamos confinados porque esto es, definitivamente, un estado de emergencia, una guerra sanitaria. No había querido caer en el discurso catastrofista que inevitablemente se ha apoderado de medio mundo en estos días, pero no me ha quedado más remedio que reconocer la verdad: dejar de seguir tapando el sol con un dedo y admitir que miles de vidas están en juego.

Las próximas semanas, aquí, en Francia, cientos de personas van a morir. Son personas que hasta no hace mucho tenían una vida como la mía: un trabajo, ilusiones, días buenos, días malos. Son personas que han vivido, tal vez, a pocos metros de donde vivo, que posiblemente se han sentado en el mismo vagón del metro en el que me he montado en alguna ocasión. Muchos luchan por vivir mientras escribo estas líneas.

Son personas, seres humanos, vidas, que dejarán de existir por culpa de esta tragedia. A todas ellas, y al valiente ejército de ángeles dedicados a aliviar, en lo posible, con las uñas, las consecuencias de lo que estamos viviendo, quisiera expresar en estas líneas mi más profundo respeto.

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La imagen es de Gonzalo Fuentes (Reuters).

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