Cuando la camioneta
se detuvo, las misses estaban
rendidas de sueño, miedo y cansancio. Pocos minutos después de haber sido secuestradas,
sus captores, amables dentro de lo que cabía, habían cubierto sus ojos con
vendas de seda negra. El viaje debió durar varias horas; era difícil saberlo.
De cualquier modo, cuando las puertas del vehículo se abrieron y ellas
descendieron con cierta dificultad, trastabillando con sus tacones de vértigo y
ya sin las vendas, contemplaron atónitas la vista de un soberbio palacio de
aires de cuento de hada francés en el medio de una selva amazónica.
―Trabajamos para
alguien muy poderoso. Dentro de poco van a pensar que lo mejor que les habrá
pasado en sus vidas será justamente esto de haber sido secuestradas. Yo soy
Iván, y ellos son Simón y David.
Hablaba el que
parecía ser el jefe de los secuestradores. Había algo que no cuadraba; aquellos
hombres parecían sacados de una telenovela mexicana. Demasiado bien parecidos;
demasiado corteses. Demasiado ¿falsos?
―No se les ocurra
oponer resistencia y mucho menos escapar. Los terrenos que rodean el palacio de
la Duquesa están estrictamente controlados ―dijo Iván.
La Duquesa. ¿Quién
era? ¿Se trataba de ese “alguien muy poderoso”, de la persona que había
encargado el secuestro?
―Antes de conocer a
la Duquesa será imprescindible que se cambien. El desfile en traje de noche lo
harán en realidad a la hora del desayuno. Bienvenidas a Villa Alba.
Las misses cayeron en la cuenta que habían
hecho aquel viaje en traje de baño. Y pensaron al mismo tiempo en el desfile al
que nunca asistieron:
―No piensen que
esto va a durar mucho tiempo ―dijo Miss Zulia―. La policía habrá descubierto
que no estuvimos en el desfile; los organizadores del concurso sabrán que hemos
sido secuestradas. De alguna manera, nos encontrarán.
Miss Zulia hablaba
con valor, aunque las piernas le temblaban.
Iván no disimuló
una sonrisa que casi era compasiva:
―La policía nunca sabrá
que ustedes están aquí. Nadie sabe ni siquiera que ustedes fueron secuestradas.
En realidad, ustedes sí estuvieron en el
desfile. Tres impostoras que trabajan para nosotros ocuparon sus lugares. Y
creo que lo hicieron demasiado bien.
Las misses se miraron con cara de desamparo.
Iván dirigió una mirada a Miss Nueva Esparta:
―Anoche usted fue
coronada como la nueva Miss Venezuela.
Los tres hombres
soltaron sonoras carcajadas mientras conducían a las misses a aquel palacio imposible en la selva más verde del mundo.
*
La imagen, de una
serie titulada Crowning Moment / Miss
Universe (2010), fue obtenida del sitio Jellystrawberry.blogspot.com.
© Derechos
reservados. Ricardo López Díaz y Cuadernosparis.blogspot.com.
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