viernes, 6 de julio de 2012

La encrucijada del 7 de octubre




Esta imagen de la caricaturista Rayma, del diario El Universal, fue publicada ayer. Su contenido representa el discurso bipolar de las próximas elecciones del 7 de octubre. En la ilustración, Capriles Radonski es el número uno, es el color azul, el color del cielo, de la esperanza, su mensaje busca menos pobreza, más unidad, menos inseguridad, más progreso. Chávez es el número dos, el rojo del infierno y de la sangre, la violencia en espiral ascendente y descendente, el mensaje del egocentrismo elevado a su máxima expresión. Cuestiones éstas del discurso, de interpretaciones, de modos de ver y entender la realidad.

Muchos sueñan por un lado con el triunfo de Capriles Radonski. Me parece que sus ideas refrescan el panorama político de Venezuela, que hay una alegría contagiosa sobre todo en el manto de multitudes que le acompaña. La oposición venezolana es cada vez más numerosa y fuerte; ignorarla, subestimarla, insultarla constituye un error que algún día saldrá muy caro. El único inconveniente, desde mi punto de vista, es que se busca nuevamente en un hombre, en una persona, el remedio de todos los males. Queremos volver al mito del mesías heroico; somos incorregibles. Y peor todavía, Capriles Radonski es la cabeza visible de una aspiración compartida por miles, aún millones de venezolanos: salir de Chávez.

Espero que estas ideas personales no sean mal interpretadas. Los venezolanos que aspiramos a otro ideal de país no debemos pensar solamente en “salir de Chávez” sino en el “cómo” esto se hará de la manera más positiva posible para todos sin dejar de sopesar las consecuencias. Creo que Capriles Radonski tiene buenas intenciones y parece alguien inteligente y trabajador. Pero me pregunto si estas cualidades serán suficientes para lograr el cambio que muchos deseamos.

El próximo presidente de Venezuela tras la era chavista deberá pensar en una transición, tal y como en su momento le tocó a España después del franquismo. El ejemplo español muestra que la transición verdadera viene desde adentro y no desde afuera. Es irónico y hasta cierto punto injusto, según se mire. Cuando Franco murió en noviembre de 1975, las reglas del juego ya habían quedado trazadas mucho antes de su desaparición física. El rey Juan Carlos mismo es el resultado de una transición que en la sustancia fue obra del propio sistema franquista. Se ha alabado el proceso que condujo a España de la dictadura a la democracia, pero se olvida cuán determinante fue el papel desempeñado por las cúpulas que sobrevivieron a Franco, empezando por la restaurada monarquía borbónica. Es cierto, poco a poco todas las voces de la sociedad comenzaron a tener voz y voto, pero ahora pienso que fue Franco antes de morir el que decidió el destino de España aún hasta la actualidad. Y lo que falta.

Este modelo español, imperfecto y que puede ser objeto de todas las críticas, es desde mi punto de vista la salida que podrá ver Venezuela algún día. Esto podrá resultar una locura para muchos o tal vez para todos. Sin embargo, pienso que el verdadero cambio saldrá en su momento del mismo chavismo, de un chavismo tal vez moderado, de un chavismo sin Chávez, de un chavismo dispuesto a la reconciliación y al reconocimiento de la inclusión. ¿Existe ese chavismo? Por ahora, no.

Hace un mes fuimos al consulado venezolano en París para prolongar la vigencia de nuestros pasaportes. Quisimos aprovechar la visita para inscribirnos en el registro electoral, pero ya era demasiado tarde. El proceso había terminado unos días antes, de modo que otra vez seremos simples testigos del curso de los acontecimientos que vendrán tras los comicios presidenciales del 7-O. Una lástima, de verdad.

Mientras tanto, trato de leer y de formarme una opinión clara de lo que está pasando en Venezuela. Cuando se está lejos, la realidad se percibe de otro modo. Quizá la cabeza se siente más fría, no lo sé. No he sido nunca un buen observador en cuestiones de política, y tal vez debería quedarme tranquilo, escribiendo cuentos y reportajes (que es lo que de verdad me gusta), pero creo que como todo venezolano tengo el deber de expresar mis ideas y de hacer algo que pueda contribuir al diálogo y a la búsqueda sincera de soluciones, aunque sólo se trate de simples quimeras. Muchos me dirán que desde Francia es poco lo que puedo hacer, y tal vez tengan razón. Sin embargo, desde este blog deseo compartir una visión muy personal de lo que posiblemente ocurrirá después de las próximas elecciones.

No creo que Capriles Radonski vaya a ganar la presidencia. Nos quedará vivir otros seis años más con Chávez. Caracas seguirá siendo para otros miles más una “ciudad de despedidas”. El socialismo del siglo XXI seguirá siendo en realidad una profundización de un fascismo marxista (vaya locura), de un engrandecimiento de la figura del Comandante disfrazado de Robin Hood, robando (¿expropiando?) a los ricos para ¿beneficiar? a los pobres, regalando casas, neveras, celulares y prometiendo la felicidad eterna a cuenta de la mayor bonanza petrolera de nuestra historia. En esos próximos seis años, por supuesto, la oposición seguirá creciendo y haciéndose más fuerte al punto del que el propio chavismo seguirá por su lado fraccionándose y desintegrándose. En ese clima, es mi esperanza, surgirán entonces las condiciones para la transición. El cambio que Venezuela merece y necesita debe pasar antes por una transición. Ésa es, según mi perspectiva, la clave para vislumbrar la luz al final de aquel laberinto de sueños del que hablaba García Márquez refiriéndose en general a la realidad latinoamericana.

Como soy optimista y muy ingenuo, pienso que algunos laberintos sí tienen salida y que los sueños sí pueden hacerse realidad. 

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