lunes, 30 de julio de 2012

Despejado el misterio de la mansión Loyola



El misterio de Joshua Da Costa Gómez, el acaudalado primer propietario de la mansión Loyola, en ruinas pero siempre espléndida, ha sido aclarado gracias a dos lectores de este blog. Juan Sánchez Govea, nacido a mediados de los años cuarenta, afirma haber vivido en una casa situada al fondo de este caserón construido en un Maracaibo evocado sólo por algunas fotografías en sepia sobrevivientes a la marcha implacable del tiempo. En aquella época, Loyola era la sede del colegio La Presentación, y el holandés Guillermo Heldewier fungía como apoderado de Da Costa Gómez, que, ahora lo sé, era curazoleño y de origen sefardita, y no portugués y mucho menos marinero, como me decía engañosamente mi imaginación rocambolesca.

Esta última información ha sido proporcionada por otro lector, Jaime Jansen, emparentado a Da Costa Gómez por la línea de uno de sus bisabuelos, cónsul holandés en Maracaibo y otro de los tantos ocupantes de la casa. Jansen, quien me parece ser todo un genealogista, cuenta que el dueño de Loyola fue un conocido empresario de su tiempo, fallecido en 1938 a la edad de 75 años. Jansen dice que su antepasado fue accionista de la cervecería Unión Zulia y que estuvo vinculado a un grupo de empresas holandesas que tenían el monopolio de los tranvías eléctricos de Maracaibo. Los Da Costa Gómez, añade Jansen, fundaron en 1876 en el malecón del lago de Maracaibo un almacén con nombre de cuento de hadas: La Casa Azul.

Sánchez Govea aclara que el curazoleño tuvo que abandonar Venezuela enemistado con el régimen de Juan Vicente Gómez, que solía cortar el suministro eléctrico en represalia para desplazarle como dueño del primer tranvía que tuvo Maracaibo. Sánchez Govea comparte, además, un capítulo inédito en la historia de este palacio maracucho. Después de ser ocupado por La Presentación y la escuela de artes plásticas Julio Árraga, el Instituto de Comercio de Maracaibo y la organización San Javier también se contaron entre sus inquilinos. Al parecer, un grupo de “seglares de tendencia jesuita”, según Sánchez Govea, constituían esta organización distribuidora de una marca alemana de automóviles en miniatura, Goggomobil. Deseo transcribir sus palabras, que se encuentran en uno de sus comentarios publicados en el texto que dediqué hace unos meses a este tema, que es, para mí, una auténtica pasión:

“[La organización San Javier había llenado] todos los espacios del castillo con estos mini-carros. Pusieron en su interior mesas de tenis, ajedrez, damas y otros juegos destinados a entretener a los niños que para ese entonces vivíamos en esa zona de El Paraíso. Y recuerdo que tenían unos grandes buses Mercedes Benz donde trasladaban a los niños invitados a una especie de club que poseían en la zona del litoral, creo que en Río Chico. Los padres jesuitas sirvieron de fiadores solidarios avalando las operaciones comerciales de esa organización, y éstos posteriormente abandonaron el país, dejando cuantiosas deudas que causaron el embargo por un banco de todas las propiedades que los jesuitas poseían en el país tales como los colegios Gonzaga, San Ignacio de Loyola (Caracas), San José (Mérida), y todas las otras propiedades (playa El Loreto en Santa Cruz de Mara, casas, etcétera)”.

“[…] Conocí dicho palacio cuando aún tenía todo su lujoso interior intacto, y guardo especial recuerdo de la capilla que daba hacia el lado de la calle 79 (antes Quintero Luzardo), cuyo interior estaba compuesto por bellas obras de madera tallada a mano. Todos sus pisos eran de mosaicos multicolores italianos. No sé de qué forma pasó a ser propiedad de los Quintero, ya que aún siendo amigo de infancia de mis contemporáneos, el doctor Alfredo Quintero Soto, famoso médico hoy radicado en la capital, y del doctor Francisco Quintero Soto, nunca averigüé con ellos la forma en que el castillo pasó a ser propiedad de su familia. Sí recuerdo que frente de lo que posteriormente fue la primera tienda por departamentos de nuestra región, Sears Roebuck de Venezuela C.A., se encontraba una urbanización completa de casas de estilo americano, suspendidas a casi dos metros de altura, completamente de madera, y que eran también propiedad del señor Da Costa Gómez”.

“[…] Como corolario de mi relato he de escribir que lamentablemente en nuestro país ni nuestros coterráneos ni los gobiernos que hemos tenido le han dado a esta bella obra la importancia que se merece por ser una de las joyas arquitectónicas más valiosas de Latinoamérica, hoy abandonada y olvidada. Y es un enigma para las nuevas generaciones, que, como tú, buscan ávidas de historia el origen de este bello palacete”.

Jaime Jansen me dice con evidente nostalgia: “Cómo quisiera que esta casa fuera reconstruida y convertida en un conservatorio de artes o de música. Esta casona debió ser muy linda con jardines muy hermosos”.

Deseo expresar mi gratitud a estos dos lectores por permitirme saber de primera mano la verdadera historia detrás de esta construcción que simboliza, por un lado, la belleza de nuestro pasado, y, por el otro, la terrible capacidad venezolana de olvidar, desdeñar y sepultar nuestra historia. Creo que es por eso que los venezolanos tenemos tan mala memoria. Recuerdo siempre cómo mi padre se lamentaba de la destrucción del antiguo Maracaibo para construir el actual (y horrendo, para él) Paseo Ciencias. He crecido creyendo que la ciudad en la que nací se levanta sobre las ruinas de una época que nunca debió desaparecer. ¿Estamos a tiempo de remediarlo? Claro que sí; soy positivo.

*

La fotografía, titulada Tranvías en la esquina Maracaibo, fue tomada en 1915 por un autor desconocido. Fue extraída del sitio Wikipedia.es.

2 comentarios:

  1. Compañero, soy coleccionista de fotos (en digital) de Maracaibo, tengo aprox. 1 GB de material. Cuando vengas de visita me gustaría compartirlo contigo. De cualquier forma estaré en París junto a mi señora entre los días 16 y 19 de Octubre, así que también podríamos vernos. Además, tengo adelantado en un 99% un libro que he titulado 10 Secretos Ocultos de Maracaibo, me gustaría platicar contigo al respecto. Mi email es jinderson_q@hotmail.com Tengo 31 años y obviamente soy de Maracaibo.

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  2. Hola Jinderson, estaré pendiente de tu publicación!!! Ricardo gracias por empatar las dos versiones de tus lectores, este Cuaderno de Paris es la única herramienta de lectura más completa que he conseguido en la web hasta ahora, como te comenté en otra publicación me gustaria saber que libros, revistas, publicaciones, periódicos u otro medio impreso puedo conseguir y alimentarme con toda esta gran historia!!! Un fuerte abrazo Maracucho

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