lunes, 27 de febrero de 2012

Algo podrido huele en España


Le pido permiso a Shakespeare para titular mi texto, con el cambio necesario, por supuesto. En Hamlet leemos la misma frase, pero haciendo alusión a Dinamarca. No se me ocurre nada mejor para expresar lo que pasa en España en este momento.

Avivimos unos tres años, entre 2002 y 2005. Cuando llegamos, el país vivía una época impresionante de bonanza, expansión y crecimiento. La economía era sólida gracias a la llamada industria del ladrillo. La construcción masiva de inmuebles dio empleo a los millones de parados actuales. Todo parecía ir bien hasta que la burbuja inmobiliaria, el nombre dado al despiadado aumento en los precios de la vivienda, estalló irremediablemente. Sin imaginar ni siquiera el desastre que se avecinaba, regresamos a Venezuela no sin antes vender el apartamento que habíamos logrado comprar en La Coruña. En esa época, antes de obtener el crédito, una empleada de otro banco nos dijo que habíamos corrido con suerte, que nuestro perfil no calificaba para tener una hipoteca. Sin embargo, el banco nos prestó el dinero, y como nosotros, muchas miles de familias más debieron haber gozado de un privilegio parecido sin reunir las condiciones adecuadas. Hablo de hogares que ahora deben pagar hipotecas astronómicas, cuyos sueldos no alcanzan para vivir, que arañan con las uñas el presupuesto para llegar al final del mes. Como en los tiempos siniestros del franquismo, España ha vuelto a ser un país de emigrantes.

Ahora los españoles pagan las consecuencias de una gestión económica irresponsable, seducida por el oro del ladrillo. Los periódicos han publicado informaciones relacionadas con escandalosos casos de corrupción que salpican a presidentes de comunidades autónomas, alcaldes y empresarios. Robar es una debilidad humana muy universal. El más reciente caso es el del yerno del Rey: Iñaki Urdangarín, duque de Palma. Si desean leer información más completa y mejor detallada sobre el tema, sólo basta con visitar el sitio web de El País. El caso del duque de Palma ha revelado la creación de tapaderas, elefantes blancos creados para desviar millones de euros y enriquecer a un miembro de la familia real española (un miembro casado con una hija del Rey, la infanta Cristina, que ha asegurado que sus acciones nada tienen que ver con la Corona). Pero si la corrupción se atreve a rozar la misma imagen del honorable jefe de Estado, ¿qué podemos pensar del resto?

Desde el año pasado, las protestas han movilizado a miles de indignados en todo el país. Pese a la salvaje represión policial, estudiantes, obreros, maestros y amas de casa han salido a las calles para decir: “Ya basta”. La vida es una montaña rusa. Hoy estás arriba; mañana, no lo sabes.

Espero que los buenos días vuelvan a España.

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En la foto, Iñaki Urdangarín, duque de Palma.

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