La palabra “universidad” parece encerrar las claves del universo. Cuando
los antiguos griegos o egipcios, unos 400 años antes de Cristo, fundaron
respectivamente los liceos o gimnasios, y las primeras bibliotecas de la
humanidad, pretendieron a su manera preservar las ciencias naturales y
humanísticas conocidas entonces, los conocimientos y las artes, los registros
de la historia, del pensamiento, de la vida: el universo mismo. Sin embargo, la
forma actual de universidad como centro de estudios formales, que no sólo
preserva sino que también reproduce el conocimiento y le otorga a su vez un
rango formal de disciplina, que profesionaliza y otorga una
licencia para ejercer un oficio, comenzó durante los tiempos medievales,
período en el que nacieron dos instituciones de gran impacto cultural: la
Universidad de Bolonia (1088, donde el estudiante recibió el mayor peso de los
privilegios) y la Universidad de París (1150, que invirtió el proceso de su
predecesora y confirió en el maestro el máximo puesto de importancia).
Unos cien años después, en 1220, fue fundada la Universidad de
Salamanca, que determinó e influyó poderosamente en la creación de la
universidad de América Latina con sus rasgos básicos: autonomía, organización
en torno a facultades y escuelas, e incluso en el “ritual y pompa” de la
ceremonia de graduación. Asimismo, la institución salmantina tomó el modelo de
su homóloga boloñesa y otorgó a los estudiantes un peso clave en la toma de
decisiones.
Estas primeras entidades fueron creadas con el fin de discutir y de
conservar el conocimiento entre un grupo privilegiado de estudiantes y maestros
que dieron comienzo a la idea de lo que hoy vemos como una “comunidad”, como un encuentro para la discusión y
reflexión de los grandes temas planteados por la humanidad.
En 1538, la Universidad de Santo Domingo es la primera institución de
educación superior en la América colonial, seguida a su vez por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, en Lima (1551), y la actualmente llamada Universidad
Nacional Autónoma de México (1551).
Tardíamente, tras luchas, viajes y ensayos, llegó a Caracas, en 1721, la
primera universidad venezolana bajo el nombre de Real y Pontificia Universidad
de Caracas. En 1810, es creada la Universidad de Mérida, hoy Universidad de Los
Andes. Estas primeras instituciones velaron por la pureza de la fe católica; para
ser admitido, había que ser de raza blanca, tener buenos antecedentes, conducta
intachable. El grado se confería en la capilla universitaria. La religión del
Estado era enseñada y defendida poderosamente, hecho que recuerda los orígenes
de la universidad medieval, estrechamente vinculada a la figura del monasterio,
donde el trabajo y el estudio complementaron la vida dedicada a la oración y la
meditación.
A la herencia eclesiástica de la universidad venezolana sucedió el patrón
monárquico-napoleónico del siglo XVIII, seguido por el sistema anticolonial del
siglo XIX, en cuyos años finales vieron la luz otras dos decanas instituciones
nacionales: la Universidad del Zulia (1891) y la Universidad de Carabobo (1892).
Anterior a estos centros, ocurre un antecedente importante de la educación
superior en Venezuela: el Movimiento de Córdoba (Argentina, 1818), imprescindible
respuesta estudiantil que retomó las grandes ideas universitarias que aún
subyacen en la actual institución: la idea de la autonomía y el cogobierno
(participación activa de todos los actores de la comunidad universitaria), así
como otros ideales reproducidos en la universidad moderna de Venezuela: la
gratuidad, la democracia y el carácter popular.
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Este texto es parte de una serie de informes que presenté en el
seminario de Educación Superior del Doctorado en Ciencias Humanas (Universidad
del Zulia), en 2006. En la foto, imagen del Aula Magna de la Universidad
Central de Venezuela.
Excelente retrospectiva histórica de las universidades!!! Por cierto, uno de nuestros antepasados: Blas Terrero estudió en la Real Pontificia Universidad de Caracas y si mal no recuerdo, se doctoró en la Universidad de Santo Domingo.... Él era filósofo y teólogo, creo que también fue sacerdote.
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