domingo, 26 de febrero de 2012

Memorias del holocausto


Cuando tenía unos 15 años, leí el Diario de Ana Frank. Ana fue una adolescente judía que pasó unos dos años escondida con su familia en una buhardilla o apartamento secreto en Ámsterdam, entre 1942 y 1944, antes de ser descubierta y deportada por los nazis a un campo de concentración en Alemania, en el que murió de tifus. Nunca imaginé que mucho tiempo después, en abril de 2005, durante una breve estancia en la limpia y culta capital holandesa, tendría la oportunidad de visitar personalmente el lugar en el que Ana vivió.
Siempre recordaré la sensación que debe invadir a todo el que visita el lugar en el que se encontraba su cama. Aún quedaban en esa época los vestigios de las fotografías de sus estrellas de cine favoritas, y la vista del viejo castaño del que ella tanto habla en su Diario.

El tema del holocausto nazi me ha interesado toda la vida. Primero por los libros. Aparte del Diario, creo haber leído no menos de diez títulos consagrados al tema, casi todos de ficción. Destaco dos sendas novelas: Holocausto, de Gerald Green, convertida en una popular serie de televisión de los setenta, y Mila 18, de Leon Uris, basada en la cruda historia del gueto de Varsovia.

El cine ha sido tan abundante en obras inspiradas en el tema como la literatura. Es difícil hacer una selección de al menos tres filmes. Tal vez diría, aunque no en orden de preferencia, que La vida es bella (1997), La lista de Schindler (1993) y El pianista (2002) componen un tríptico indispensable para todo cinéfilo apasionado por este capítulo de la Segunda Guerra Mundial.

Creo que con estas experiencias previas pude contar con una cierta preparación para entrevistar, en julio de 2005, y para una serie de reportajes publicados en esa fecha en Panorama, a dos supervivientes judíos del Holocausto nazi. Ellos son Annie Walg y Mariano Gurfinkel.

Cuando conocí a Annie, llevaba el cabello corto, lentes y caminaba con una gracia elegante. Sus padres murieron tras ser deportados a campos de concentración. Ella sobrevivió al infierno de Auschwitz. Mariano, por su lado, logró rehacer su vida tras pasar varios años en el mísero gueto de Lodz, uno de los más infames de la Polonia ocupada por los nazis.

Tras conocer el infierno, los dos, Annie y Mariano, con historias y orígenes diferentes, llegaron a Venezuela a finales de los años cuarenta. En aquel tiempo, Caracas era una ciudad de largas avenidas. Como siempre, la mole del Ávila servía de contrapunto al color y a las costumbres cálidas de nuestra gente. Nuestro Caribe pareció cicatrizar sus heridas.

Mariano llegó a decirme que no se consideraba un “hombre marcado”. Annie, por su lado, me aseguró que jamás sería capaz de perdonar la barbarie de la que fue víctima.

En todo caso, la rueda del tiempo ha seguido girando y los pocos testigos que aún quedan del Holocausto llevan a cuestas el recuerdo de sus fantasmas. Es algo que parece inevitable. Mariano y Annie resucitaron en Venezuela. Cada día, desde su llegada al país, debió aparecer un nuevo sol para ellos. Ha sido un signo de la esperanza. Pero a veces una sombra ha debido perseguirles. Son sus memorias. Los vestigios del horror que vivieron. Las cenizas del infierno.

*
En la imagen, un fotograma de la película El pianista (2002), de Roman Polanski.

3 comentarios:

  1. Particularmente "La Lista de Schindler" es la unica que yo he visto, tal fue la impresión que la vi 2 veces en el cine y otras tantas en TV, siempre me ha impresionado la barbarie de un pueblo contra otro siendo de la misma raza humana, pero que por diferencias politicas fueron llevados a tales extremos...

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  2. Hola Ricardo
    Este es un tema que me deprime demasiado, nunca he entendido el como pasó algo semejante y tantas cosas mas en la actualidad, supongo que somos la única especie que somos capaces de matarnos en masas a nosotros mismos. He visto El Pianista y leí Exodo de Uris, Ana Frank he intentado un par de veces pero desde que vi un documental se me ha hecho imposible revivir lo que una niña pudo haber vivido. La imagen de una madre con un bebe en brazos siendo ejecutada con su hijo me persigue cada vez que veo o leo algo del holocausto (imagen vista en el Pianista) y ni hablar de las humillaciones y penas que leí en Exodo... no imagino lo que me afectaría una historia real.

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    1. Es cierto, Dessiree. Es un tema muy difícil, pero creo que nuestros hijos necesitan saber que este tipo de cosas ocurrieron justamente para que luchen por un mundo en el que jamás se repitan los genocidios.

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