Esta fotografía muestra
la fachada del edificio situado en el número 9 de la rue Toullier, en el quinto distrito de París. La justicia francesa
afirma que Ilich Ramírez Sánchez, nacido en Caracas en 1949, acabó en este
lugar con la vida de dos policías y un hombre de origen libanés. Ocurrió en la
noche del 27 de junio de 1975. Hace 36 años. Por estos crímenes, Ramírez, conocido
mundialmente como Carlos El Chacal, paga
una condena a cadena perpetua desde 1994 en Francia.
Los archivos del
diario Libération trazan los episodios
de aquella noche de 1975 con la tensión de una película de suspenso. La rue Toullier está situada justo detrás de
la Sorbona. Es una calle de pocos metros, oscura, triste. En el número 9, en un
estudio, un grupo de estudiantes venezolanos festeja con Carlos la reciente
partida de una amiga al aeropuerto de Roissy, rumbo a Caracas. Ellos son Leyda
Palomares, Edgar Marino y Luis Urdaneta.
Ramírez había comprado
una botella de Johnny Walker para la ocasión. Los estudiantes cantan y tocan la
guitarra. Para recrear esta escena, el realizador francés Olivier Assayas,
director del filme para la televisión Carlos,
pone en los labios de uno de los estudiantes la tonada de una popular canción venezolana:
“De Maracaibo salieron / dos palomitas volando / a La Guaira volverán / a la
Guaira volverán / ¿pero a Maracaibo cuándo?”.
El timbre suena. Dos
policías, Jean Herranz y Jean Donatini, están detrás de la puerta. Preguntan
por una coinquilina, María Lara. Leo este nombre y pienso inmediatamente en una
de mis profesoras de la Escuela de Periodismo de la Universidad del Zulia. María
Teresa Lara. Aún recuerdo su peinado de aristócrata, sus mechones grises, su
mirada fría, su sonrisa estudiada en unos labios maquillados a la perfección.
En los pasillos se decía que había tenido una relación con
Carlos en su época de estudiante en París. Siempre pensé que aquello era sólo
una leyenda urbana. La nota de prensa de Libération
quiere confirmar la leyenda. ¿Por qué unos policías preguntan por María Lara en
un domicilio en el que saben se encuentra Carlos? La nota no responde a esta
pregunta. ¿Es María la estudiante, amiga de Carlos, que acaba de partir a
Caracas?
Los policías deciden
revisar a los estudiantes, ver sus pasaportes. Sacan una foto. Carlos aparece
en ella, acompañado por Michel Moukharbal, un sospechoso libanés que aguarda en
la puerta del inmueble, escaleras abajo, junto a otro policía, el inspector
Raymond Dous.
Herranz, el policía
de mayor edad, se dirige a Carlos. “¿Qué hacías tú ahí el 13 de junio?”. Es
Leyma Palomares quien ofrece la versión de esta conversación. Carlos niega ser el
hombre de la foto. Los hombres comienzan a levantar el tono de voz. Una discusión
acalorada. El policía asegura que él es el hombre que llevaba una maleta en
alguna parte. Es junio, pleno verano en París. Los estudiantes deciden
continuar con la fiesta, tratan de hacer como si nada. Leyma canta; Edgar rasga
con sus dedos una melodía de su guitarra: “De Maracaibo salieron / dos
palomitas volando…”.
Herranz pide a su
colega que vaya a buscar a Moukharbal. Carlos se dirige al baño. Poco antes, muestra a Leyma una pistola rusa, una Tokaret, en una maleta situada cerca del
lavamanos. Leyma observa ahora a Carlos regresar del baño, pasándose la mano
sobre los cabellos. ¿Un gesto nervioso?
El libanés entra en
la escena. Señala con el dedo a Carlos y dice: “Es él, el hombre que llevaba la
maleta”. A los testigos, al parecer, les ha costado armar el rompecabezas que siguió
a esta acusación. Carlos dispara a los policías como un desquiciado (“comme un fou”, según Libération) con sus balas de calibre
7,65. Moukharbal y los policías caen al suelo; todos mueren excepto Herranz,
gravemente herido.
Carlos logra escapar.
Otro testigo, un habitante del vecindario, habla de una silueta escabulléndose
por una pasarela que une los edificios del número 9 y 11 de la calle. Lleva un
arma de fuego en las manos, asegura. Herranz, el único sobreviviente de aquel
ataque, dirá después que ni siquiera sabía el nombre y apellido de su atacante,
y que sólo habían ido al domicilio de la rue
Toullier preguntando por María Lara. La misteriosa María Lara.
Según las
investigaciones, declaraciones y páginas interminables del proceso, se entiende
que Moukharbal era un simpatizante de la causa de la liberación palestina. La policía
descubre en su domicilio material para producir explosivos y la pista que les
conduce a Carlos: una foto. Dos días después de los crímenes de la rue Toullier, la policía llega al
domicilio situado en el número 11 de la rue
Amélie, en el séptimo distrito parisino. La dirección figuraba en una chequera
del libanés. Ahí vive una mujer de nacionalidad colombiana que confirma el paso
de Carlos la noche del 27 de junio. En el apartamento descubren armas, granadas,
dinamitas, falsos documentos. Se trata de numerosas pistas que atan a Carlos
con diversos atentados: uno cometido en el aeropuerto de Orly en enero de 1975;
otro en una drugstore en Saint-Germain-des-Prés, en septiembre de 1974.
En otra carta
interceptada, Carlos habla del libanés y lo acusa de traidor. Presumo que ambos
trabajaron juntos por una causa, una revolución, que pretendía crear un mundo más
justo, sin judíos opresores y con palestinos felices y libres. Una causa financiada
por intereses poderosos que buscaban imponer el terror para desviar el curso
del mundo capitalista.
Carlos fue
capturado por las autoridades francesas en Sudán, en 1994. Desde entonces, ha
permanecido tras las rejas, donde se ha convertido al islam y ha podido
intercambiar una relación por correspondencia con nuestro actual presidente,
quien afirma que Carlos nunca fue un terrorista sino uno de los principales
combatientes de la lucha por la liberación palestina, y que fue acusado injustamente.
En noviembre de 2011, un nuevo juicio fue abierto en su contra, esta vez por
cuatro atentados cometidos entre 1982 y 1983, también en territorio francés.
Se presume que
Carlos estuvo implicado en otros episodios que marcaron la década europea de los
setenta y ochenta, como el secuestro de los ministros de la OPEP en Viena, en
1975. Carlos, siempre Carlos. Un personaje, sin duda, de gran gancho mediático.
Su historia ha inspirado películas, leyendas, fábulas. De ser el hijo de un
prominente comunista de origen andino pasó a ser una suerte de fantasma
tutelar, el terrorista más buscado en Europa en una época. El autor de los crímenes
de la tristísima rue Toullier.
*
El día que tomé
esta foto vi a un hombre que hizo el gesto de entrar en el edificio del número
9 de la rue Toullier. Vi que se dio
cuenta de mi presencia y que, en lugar de entrar en el inmueble, siguió de
largo. Luego lo encontré a unos metros de mí, frente al portal de un edificio
de la acera de enfrente. Como me gusta inventarme cosas, me dije que quizá aquel
hombre estaba implicado en la historia, y que sobre todo no quería saber nada
de fotos y mucho menos de periodistas. Tal vez, me dije, él tenía la respuesta
al misterio de María Lara, o que quizá sabía algo que nadie sabe, algo sobre la
noche del 27 de junio de 1975 o sobre la silueta inquietante huyendo por la
pasarela del edificio. El hombre podía tener unos cincuenta años de edad. Si ha
pasado toda su vida en este domicilio, la noche de los crímenes debía ser un
adolescente. ¿Acaso sería él la verdadera silueta vista por un testigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario