jueves, 23 de febrero de 2012

Los crímenes de la ‘rue’ Toullier



Esta fotografía muestra la fachada del edificio situado en el número 9 de la rue Toullier, en el quinto distrito de París. La justicia francesa afirma que Ilich Ramírez Sánchez, nacido en Caracas en 1949, acabó en este lugar con la vida de dos policías y un hombre de origen libanés. Ocurrió en la noche del 27 de junio de 1975. Hace 36 años. Por estos crímenes, Ramírez, conocido mundialmente como Carlos El Chacal, paga una condena a cadena perpetua desde 1994 en Francia.

Los archivos del diario Libération trazan los episodios de aquella noche de 1975 con la tensión de una película de suspenso. La rue Toullier está situada justo detrás de la Sorbona. Es una calle de pocos metros, oscura, triste. En el número 9, en un estudio, un grupo de estudiantes venezolanos festeja con Carlos la reciente partida de una amiga al aeropuerto de Roissy, rumbo a Caracas. Ellos son Leyda Palomares, Edgar Marino y Luis Urdaneta.

Ramírez había comprado una botella de Johnny Walker para la ocasión. Los estudiantes cantan y tocan la guitarra. Para recrear esta escena, el realizador francés Olivier Assayas, director del filme para la televisión Carlos, pone en los labios de uno de los estudiantes la tonada de una popular canción venezolana: “De Maracaibo salieron / dos palomitas volando / a La Guaira volverán / a la Guaira volverán / ¿pero a Maracaibo cuándo?”.

El timbre suena. Dos policías, Jean Herranz y Jean Donatini, están detrás de la puerta. Preguntan por una coinquilina, María Lara. Leo este nombre y pienso inmediatamente en una de mis profesoras de la Escuela de Periodismo de la Universidad del Zulia. María Teresa Lara. Aún recuerdo su peinado de aristócrata, sus mechones grises, su mirada fría, su sonrisa estudiada en unos labios maquillados a la perfección. En los pasillos se decía que había tenido una relación con Carlos en su época de estudiante en París. Siempre pensé que aquello era sólo una leyenda urbana. La nota de prensa de Libération quiere confirmar la leyenda. ¿Por qué unos policías preguntan por María Lara en un domicilio en el que saben se encuentra Carlos? La nota no responde a esta pregunta. ¿Es María la estudiante, amiga de Carlos, que acaba de partir a Caracas?

Los policías deciden revisar a los estudiantes, ver sus pasaportes. Sacan una foto. Carlos aparece en ella, acompañado por Michel Moukharbal, un sospechoso libanés que aguarda en la puerta del inmueble, escaleras abajo, junto a otro policía, el inspector Raymond Dous.

Herranz, el policía de mayor edad, se dirige a Carlos. “¿Qué hacías tú ahí el 13 de junio?”. Es Leyma Palomares quien ofrece la versión de esta conversación. Carlos niega ser el hombre de la foto. Los hombres comienzan a levantar el tono de voz. Una discusión acalorada. El policía asegura que él es el hombre que llevaba una maleta en alguna parte. Es junio, pleno verano en París. Los estudiantes deciden continuar con la fiesta, tratan de hacer como si nada. Leyma canta; Edgar rasga con sus dedos una melodía de su guitarra: “De Maracaibo salieron / dos palomitas volando…”.

Herranz pide a su colega que vaya a buscar a Moukharbal. Carlos se dirige al baño. Poco antes, muestra a Leyma una pistola rusa, una Tokaret, en una maleta situada cerca del lavamanos. Leyma observa ahora a Carlos regresar del baño, pasándose la mano sobre los cabellos. ¿Un gesto nervioso?

El libanés entra en la escena. Señala con el dedo a Carlos y dice: “Es él, el hombre que llevaba la maleta”. A los testigos, al parecer, les ha costado armar el rompecabezas que siguió a esta acusación. Carlos dispara a los policías como un desquiciado (“comme un fou”, según Libération) con sus balas de calibre 7,65. Moukharbal y los policías caen al suelo; todos mueren excepto Herranz, gravemente herido.

Carlos logra escapar. Otro testigo, un habitante del vecindario, habla de una silueta escabulléndose por una pasarela que une los edificios del número 9 y 11 de la calle. Lleva un arma de fuego en las manos, asegura. Herranz, el único sobreviviente de aquel ataque, dirá después que ni siquiera sabía el nombre y apellido de su atacante, y que sólo habían ido al domicilio de la rue Toullier preguntando por María Lara. La misteriosa María Lara.

Según las investigaciones, declaraciones y páginas interminables del proceso, se entiende que Moukharbal era un simpatizante de la causa de la liberación palestina. La policía descubre en su domicilio material para producir explosivos y la pista que les conduce a Carlos: una foto. Dos días después de los crímenes de la rue Toullier, la policía llega al domicilio situado en el número 11 de la rue Amélie, en el séptimo distrito parisino. La dirección figuraba en una chequera del libanés. Ahí vive una mujer de nacionalidad colombiana que confirma el paso de Carlos la noche del 27 de junio. En el apartamento descubren armas, granadas, dinamitas, falsos documentos. Se trata de numerosas pistas que atan a Carlos con diversos atentados: uno cometido en el aeropuerto de Orly en enero de 1975; otro en una drugstore en Saint-Germain-des-Prés, en septiembre de 1974.

En otra carta interceptada, Carlos habla del libanés y lo acusa de traidor. Presumo que ambos trabajaron juntos por una causa, una revolución, que pretendía crear un mundo más justo, sin judíos opresores y con palestinos felices y libres. Una causa financiada por intereses poderosos que buscaban imponer el terror para desviar el curso del mundo capitalista. 

Carlos fue capturado por las autoridades francesas en Sudán, en 1994. Desde entonces, ha permanecido tras las rejas, donde se ha convertido al islam y ha podido intercambiar una relación por correspondencia con nuestro actual presidente, quien afirma que Carlos nunca fue un terrorista sino uno de los principales combatientes de la lucha por la liberación palestina, y que fue acusado injustamente. En noviembre de 2011, un nuevo juicio fue abierto en su contra, esta vez por cuatro atentados cometidos entre 1982 y 1983, también en territorio francés.

Se presume que Carlos estuvo implicado en otros episodios que marcaron la década europea de los setenta y ochenta, como el secuestro de los ministros de la OPEP en Viena, en 1975. Carlos, siempre Carlos. Un personaje, sin duda, de gran gancho mediático. Su historia ha inspirado películas, leyendas, fábulas. De ser el hijo de un prominente comunista de origen andino pasó a ser una suerte de fantasma tutelar, el terrorista más buscado en Europa en una época. El autor de los crímenes de la tristísima rue Toullier.

*
 
El día que tomé esta foto vi a un hombre que hizo el gesto de entrar en el edificio del número 9 de la rue Toullier. Vi que se dio cuenta de mi presencia y que, en lugar de entrar en el inmueble, siguió de largo. Luego lo encontré a unos metros de mí, frente al portal de un edificio de la acera de enfrente. Como me gusta inventarme cosas, me dije que quizá aquel hombre estaba implicado en la historia, y que sobre todo no quería saber nada de fotos y mucho menos de periodistas. Tal vez, me dije, él tenía la respuesta al misterio de María Lara, o que quizá sabía algo que nadie sabe, algo sobre la noche del 27 de junio de 1975 o sobre la silueta inquietante huyendo por la pasarela del edificio. El hombre podía tener unos cincuenta años de edad. Si ha pasado toda su vida en este domicilio, la noche de los crímenes debía ser un adolescente. ¿Acaso sería él la verdadera silueta vista por un testigo?




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