Puede ser
apropiado comenzar esta síntesis
del libro Ideas sobre la complejidad del mundo con una breve reseña de
su autor, el catalán Jorge Wagensberg (el apellido podría despistarnos), nacido
en 1948 en Barcelona, licenciado en Física por la Universidad de Barcelona
(1971) y doctorado por la misma institución en 1976. Wagensberg ha sido
director del barcelonés Museo de la Ciencia, profesor de la institución que le
licenció y doctoró, y director de la colección Matatemas. En sus fotografías se
deja ver como un buen catalán de cabellos abundantes y entrecanos, piel
bronceada por el sol mediterráneo y una mirada entre divertida y aguda que da
en el clavo con la esencia de sus libros y posición científica: la ciencia no
es tan complicada como la gente piensa y no existe ningún componente genético
por el cual a unos se les haga más fácil entenderla que a otros.
En efecto,
en una entrevista concedida al diario El País el 27 de mayo de 2006,
Wagensberg apunta: “La ciencia es la forma más simple y comprimida de
comprender la realidad”. Sentencia minimalista. En efecto, el catalán recomienda, en la entrevista de El País, títulos como Los
primeros minutos del universo (Alianza), de Stephen Weinberg –“explica muy
bien el Big Bang”, dice-; ¿Está usted de broma Sr. Feynman? (Alianza),
de Richard Feynman –“habla de ciencia rigurosa y consumada”-; El pulgar del
panda (Crítica), de Stephen Jay Gould –“una primera aproximación a grandes
temas científicos”-, y Mente y materia (Tusquets), de Erwin Schrödinger.
A la lista añade El hombre anumérico (Tusquets), de John Allen Paulos.
La
entrevista, con el ambiente de la Feria del Libro de Madrid de fondo de ese año, señala: “Wagensberg
se ha enfrentado a los textos científicos también en calidad de autor y
confiesa que lo que más le ha costado explicar ha sido ‘el concepto de la
complejidad; el paso de lo inerte a lo vivo, sin hablar de magia’, que trató en
La rebelión de las formas (Tusquets). Reconoce que los libros de
divulgación a veces abordan los temas como un libro de texto desde “una
perspectiva monotemática” y se lamenta de que la biología y las nuevas
tecnologías sean las disciplinas de las que menos sabemos.
Es
interesante también subrayar esta frase del científico (“el concepto de la
complejidad; el paso de lo inerte a lo vivo, sin hablar de magia”), muy
apropiada para resumir su libro estudiado: Ideas sobre la complejidad de un
mundo complejo.
En el
primer capítulo, Wagensberg nos explica cómo empieza la elaboración del
conocimiento. Todo comienza con los estímulos, que pueden ser duros
(provenientes de la propia conciencia, asalto, agitación del alma) y blandos (originados
por otra conciencia: un cuadro, una conversación, un libro). Estos estímulos,
llegados a nosotros vía sensorium, son los que nos remiten la idea de la
complejidad. Al estímulo le sigue la inquietud, el elemento motor del
conocimiento, y tras la inquietud viene una pregunta, y después (voilà!; ¡eureka!) una respuesta. Todo ello, dicho
así, podría ser el tema de un cuento narrado por una maestra de preescolar a
sus pequeños estudiantes. Sin embargo, con el transcurrir de las páginas, el
hilo de Wagensberg se va haciendo cada vez más sesudo (por no decir complejo,
que ya es mucho redundar) hasta lograr que cada capítulo dibuje un círculo
virtuoso de conocimiento, que es una de las frases de mayor gancho del libro
(al menos, en humilde opinión del autor de este resumen).
El primer
capítulo sienta las bases de lo que sigue a continuación. El siguiente toca la
esencia que explica la esencia de la complejidad del texto: para Wagensberg, la
termodinámica de los procesos irreversibles y la teoría matemática de la
comunicación constituyen, a su juicio, “la aportación más importante surgida en
los últimos años para el conocimiento de la complejidad”. Tras dibujarnos estos
círculos virtuosos, el investigador nos recuerda que el concepto puente para
deslizarnos de unas complejidades a otras será el concepto de azar, capítulo
este (el tercero) que sirve de alto en el camino para hacer una crítica al
método científico. Todas estas exposiciones sirven, de nuevo en palabras del
autor, para ofrecer al lector “un aluvión atropellado de nuevas inquietudes”
que abre la puerta de entrada a la zona multifronteriza de la filosofía, el
arte y la conducta humana.
En mi
opinión, un capítulo clave del libro es el quinto: La simulación de la complejidad (Ver, mirar, observar, experimentar y
simular), que abre una segunda y tal vez poco perceptible compuerta en ese
corredor de infinitas posibilidades que es la búsqueda del conocimiento,
compuerta que bien podría llevar un título que exprese una idea más o menos
como ésta, salida, cómo no, del propio autor: “Aunque la complejidad del mundo
real nos impida su observación y experimentación, sí podemos experimentar y
observar un mundo simulado”. Es éste el caso, y muy evidente quizá, de las
computadoras, maquinarias por excelencia de la simulación del pensamiento y del
mundo real. Y en este trampolín sugerido por la simulación como eje descubridor
o indagador de la complejidad, asistimos, entonces, al más bello de los
fragmentos escritos por Wagensberg en su libro: el dedicado al arte como una
forma de conocer la complejidad o el “principio de la comunicabilidad de
complejidades ininteligibles”, hipótesis fundamental, según el catalán, del
arte.
Manifestación
de la libertad, foco de revolución, manifestación de la cohesión social, manifestación
del espíritu, fuente de verdad, compensación, indemnización o desagravio por la
realidad, forma de huir de la realidad, manifestación de lo sublime o de lo
bello. El arte, el gran círculo virtuoso de la obra objeto de estudio, remite
la idea de que en una partitura de Bach, en un cuadro de Picasso o aún en una
novela de Agatha Christie pueden aletear, con pasmosa belleza y mortal
profundidad, los abismos de la complejidad. En este apartado, la labor de
distinguir al científico del artista puede convertirse en una difícil tarea por
una serie de razones cuyos argumentos, sólo algunos de ellos, son los
siguientes: “el arte es la continuación del conocimiento por otros medios” y
“el progreso del arte es, en el fondo, el de toda cosa viva, a saber, el producto
de una dialéctica entre la autoorganización (innovación) y la adaptación
(trabajo), pero con una fortísima ligadura en su contorno: el hombre”.
Ciencia y
arte, sin mencionar por ahora la filosofía, componen la suma de los círculos,
el gran círculo de la virtud del conocimiento. Una idea que ya suena tanto a
Vigotsky y a sus aportes fundamentales a la psicología y a la educación que es
casi imposible, llegados a este punto, no recrear en nuestras mentes el posible
escenario del discurso capital del eminente ruso pronunciado en 1924, en la
segunda edición del Congreso de Psiconeurología de Leningrado, y cuyas ideas,
basadas en el hecho de que los seres humanos poseen la capacidad de transformar
el medio para sus propios fines, lograron que años más tarde se encontraran
nuevos (o tal vez ignorados) estadios de la mente humana y de sus múltiples y
maravillosas interacciones con el medio social, factor crucial del aprendizaje.
Pero tal vez ya ésta sea la idea que dé inicio a otro informe. O a la segunda
parte del mismo informe porque, a fin de cuentas, se trata de seguir dibujando
más círculos virtuosos al estilo de Wagensberg, o de seguir poniendo más
ladrillos de ideas y pensamientos según un excepcional seminario sobre
constructivismo de Febres-Cordero, inolvidable decana de la UCAB.
Maracaibo, diciembre de 2007
*
Éste es un
análisis del libro
Ideas sobre la complejidad del mundo (Wagensberg J., 1989. Barcelona: Tusquets,
2ª edición). Una lectura para pensar mucho y nunca para querer quedarse dormido.
Un análisis profundo... La epistemología y sus diversas aristas es lo que me hace pensar en la "complejidad de ese mundo complejo".
ResponderEliminarMe gustó mucho el planteamiento que hace el autor catalán sobre el arte, la innovación y creatividad... Definitivamente es un tipo de pensamiento complejo y rico a la vez.
¿Por qué la capacidad creativa pareciera ser un don de pocos? Creo que en parte es porque este mundo se encuentra tan regulado, tan procedimentado desde el momento que nacemos que, esa área de nuestro cerebro se va adormeciendo paulatinamente y quizás sea alguna experiencia ¿cumbre? como dirían los psicólogos humanistas lo que lleva al despertar y al descubrimiento de nuevas ideas y formas de pensar, incluso, de sentir la vida.
Creo que en este momento te encuentras en ese "despertar creativo" donde esos circuitos neuronales se están activando de una manera única, lo que permite que puedas plasmar ideas tan interesantes como las expuesta en este blog...
¡¡FELICITACIONES RICARDEX!!! Por tu don creativo de la escritura y esa narrativa que es tan particular e interesante!!! Creo que este despertar se puede celebrar comiendo un brownie, en la Botica Nueva y degustarlo frente a la obra de Hung... "Las materias flotantes".. :o)